- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

jueves, 16 de abril de 2015

❥ Serendipia.



Era el mismo cuento con final alternativo;
Él la quería,
y ella se dejaba querer
y dejándose querer acabó queriéndolo como nunca antes había podido hacer.

Y es que le dijeron que el hielo se derrite, pero su alma estaba tan fría que vivía con la certeza de que ni cien mil hombres con antorchas podrían traspasarle el pecho.
Pero se le olvidó un detalle.
Y es que no necesitaba a aquellos hombres a dos llamas por mano.
Solo necesitaba uno.
Un hombre y sin antorcha.
Su hombre.
El que viniera con las manos calientes deseando rozar piel con piel y los ojos templados por el reflejo de su rostro pidiendo ser acariciado. Las ganas de romperle la boca a besos y el susurro de voces que sonaran más fuerte que los monstruos que alimentaban sus complejos.

Necesitaba amor.

Y entonces comenzó a vivir con la fe de unos dedos que fueran a la vez abismo y techo y unos labios que quisieran entrar en contacto con el frío, dispuestos a quemarla y que ya no se sintiera más vacía.
Quería que la llenaran.
Que la llenaran hasta que dejara de llorar por las noches y comenzara a sonreír en las mañanas con aquellos 'buenos días pequeña' y 'buenas noches enana' que tanto le gustaban.

Y lo hizo.

Quizá la culpa fuera de un par de locos
con una misma locura,
que queriendo jugar a ser fuertes
acabaron siendo el arma de doble filo que los hizo punto débil de un mismo destino.

Y ella salió a la calle y juró una y mil veces en mil noches distintas que él no formaba parte del plan, y jurando y susurrando a la luna ésta le contestó que la palabra más bonita que la vida le había dado era Serendipia.

"Serendipia: 
descubrimiento o hallazgo por accidente, por casualidad, inesperado y afortunado de cosas que no se están buscando  ni se preguntaba por ellas y que son la solución a otro problema que se tenía".

Y así, con la certeza de haberle sacado a la noche la respuesta que había buscado toda una vida, descubrió que había estado tropezando siempre con el mismo impulso.
Que una misma respuesta sirve para todos los problemas y que unos mismos ojos pueden enamorar hasta hacer sentir que revienta el pecho.
Que las sonrisas arreglan grietas y las caricias cierran agujeros.
Que los besos curan complejos y el fuego de sentirse querido derrite el hielo de mil glaciares y dos inviernos.
Que siempre hay un roto para un descosido aunque el descosido lo formen dos rotos con ganas de arreglarse la vida.
Que la felicidad puede ser persona y que hogar es allí donde te sientes en calma.

Y descubrió entonces que quería guardarlo como un tesoro, de esos que si los miras mucho se desgastan y tocas con miedo a que se abra, porque perderle era perder el sol, y las estrellas, y la vida, y todo lo que los tontos llamaban arte y ella había puesto el nombre de amor.
Y es que al fin y al cabo... no tenía voz para dejar de llamarlo.

"De ti también se sale, pero yo no quiero"

Porque él...
Él era su serendipia. 


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