- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

sábado, 1 de noviembre de 2014

❥ Ella; tercera persona.



Ella; Sobre la que nadie quería escribir. 

La que estaba dispuesta a dejarlo volver para romper todas las paredes que tanto le había costado construir sin él, la que se quemaría una y mil veces más con su fuego porque juntos eran gasolina y sus cuerpos se inflamaban mientras las llamas nunca tocaban hueso.

Ella, a la que le dijeron que la vida seguiría y le mintieron, porque un día se paró su mundo y las agujas del reloj dejaron de hacerle el favor de seguir corriendo. Se congelaron, congelando también su alma en el mismo recuerdo en diferentes instantes. En el mismo pinchazo profundo en el pecho y el mismo agujero en el corazón que él le regaló aquél día bajo la lluvia.

Si la esperanza es lo último que se pierde que le cuenten cuánto tiempo llevaría estando rota, porque cuando miraba al cielo no veía más que niebla y si bajaba la vista acababa por perderse.

Ella, que no era la más hermosa ni tampoco la más lista. Que lloraba más veces de las que reía y dejaba que su sonrisa triste viajara de vista en vista sin pararse nunca en unos ojos que de verdad se detuvieran a observarla. Que sentía cada día el peso de la vida sobre los hombros, presionando hacia el infiero que cada vez más calentaba las suelas de sus zapatos.

Ella, que por las noches se abrazaba en la oscuridad por miedo a encender la luz y darse cuenta de que estaba sola, de que no había nadie allí para limpiar con los dedos la lágrima que corría por su mejilla, sin pensar que al llegar a sus labios el sabor salado le recordaría cada beso que aquél cabrón le había regalado.

Ella, a la que le fallaron más veces de las que vuelve la primavera. Que estuvo siempre pero nadie apareció cuando gritaba y se ahogaba entre el humo del tabaco que tanto odiaba. La que aprendió a sentirse poco y nada y agarrarse con uñas y dientes al placer de la melancolía, la que acariciaba por las noches la almohada esperando que una mano rozara su piel desnuda bajo las sábanas susurrándole que la quería.

Esperándolo.

Cualquiera en su sano juicio habría visto que ella, tan frágil y poca cosa... estaba dispuesta a dar hasta la última condena en el inframundo por aquel que le había roto el pecho. Bastaba con mirarla a los ojos para ver tras sus pupilas la nada en la que se había convertido todo y el eco del vacío que dejaba pasear fantasmas entre los huecos de su alma.

Ella, la que pidió ayuda mientras ardía Troya y buscó entre los restos de Roma una razón para seguir sonriendo, únicamente para ver si así alguien se acababa enamorando de un alma triste y unos ojos muertos.

Ella, la de las manos temblorosas y las ilusiones gastadas.
La que no tenía sombra.
La que confió hasta en la desconfianza.
La que dejaba entrar en su piel las balas de metal que alguien le lanzaba.
La que se habría enfrentado al diablo por salvar a quien la había mandado al infierno.

Ella, que se enganchó a los suspiros de quien nunca la miraba.

Ella, tercera persona y última opción.

Ella;


No hay comentarios:

Publicar un comentario