- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

sábado, 22 de noviembre de 2014

❥ Aquellos diez centímetros de silencio.


Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos.
Una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios,
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos.

Si tengo que hablar lo haré para afirmar que ojalá hubiera podido decir que ni tú no volviste a escribirme ni yo volví a echarte de menos.

Pero no pasó.

Seguiste doliendo, y joder... era el dolor más bonito que sentí dentro del pecho.

Pasé los días buscando a alguien a quien contarle mi pasado, mi presente y el más oscuro de mis futuros. A quien susurrarle mis miedos y gritarle mis sueños. Alguien a quien enseñarle todos mis puntos débiles y que aún después de eso... se quedara a mi lado.

Pero nunca apareció.

Y es que la decepción debería estar catalogada como la más peligrosa de las armas blancas, capaz de atravesar corazones e ilusiones sin el más mínimo esfuerzo que el de dejarla caer sobre nuestros hombros ya cansados.

Nunca supe si de verdad aquellas miradas eran amor, pero juro que habría vendido mi alma a Satán por tener el placer de verte los ojos una vez más y verme reflejada como lo hacía en tus pupilas. Aquellos ojos miel que me llenaban el alma de una calidez propia del mismísimo sol en verano. 

Verte era tener un grito atrapado en la garganta que no me dejaba gritar, y qué putada eso de perder los nervios y empezar a temblar cuando sentía el calor de tu cuerpo rozando mi ropa. 

No fuimos nada, pero dolías como si tus huesos estuvieran clavados en cada músculo de mi cuerpo, y es que mentalmente tú me pertenecías y yo te esperaba en aquel banco a la salida para perdernos sin que nadie supiera nunca qué podría haber sido de nosotros.

Dos desconocidos que se engancharon la ropa sin ni siquiera mirarse a la cara.

Nunca vas a quererte ni la mitad de lo que te quise, y que te quiero. Pasara el tiempo (porque siempre pasa) y encontrarás a otra que te llene los ojos y te saque sonrisas, pero sabrás también que ninguna de ellas se tirará al suelo cuando tú te caigas, ni peleará contra montañas por salvarte de las sombras de los árboles.

Y pasará el tiempo (porque siempre pasa) y tú volverás como si no hubiera pasado nada (porque siempre vuelves) pero esta vez la idiota que miraba estando ciega y sonreía aunque le doliera el pecho ya no va a estar esperándote con temblores en las manos (porque se ha cansado).




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