- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

lunes, 24 de noviembre de 2014

❥ Besos de buenas noches; Noches de buenos besos.


Hoy quiero hablar de un poco de desastre y un algo más de decadencia.

Quería dormir con él en el sentido más inocente de la palabra. De verdad que quería.

Y es que cuando no estaba a su lado todo era un constante frío y una degradante lucha por intentar soñar contando, y al final todo lo que acababa contando se convertía en;
Una oveja,
dos ovejas,
tres ovejas,
cuatro ovejas...
...y sus ojos,
su boca,
los hoyuelos de sus mejillas,
su risa en los chistes malos,
el temblor de sus manos al tocarme y aquella calidez de su dedo corazón.
Aquella mirada de 'eres un desastre pero me encantas',
aquellos labios tensos en sonrisas reprimidas,
aquella sensación de pertenecer,
de encajar,
de formar parte de alguien.

Aquella sensación de estar vivo

Quería conocerte como se conoce tu libro preferido, con cada página doblada por la punta y las palabras subrayadas, las letras ya borradas de tanto roce con los dedos y el papel apestando al perfume que solía dejar con los besos sobre todas mis partes favoritas que me llamaban a perderme entre página y página de una historia que se convertía en mía con solo cerrar los ojos.

Y al final, como más de una vez me había pasado, acabaste por ser un cuento breve que leeré una y mil veces dejando caer una lágrima por cada "fin" al buscar con los dedos otra página y ver que no queda nada. Una tragedia digna de Cupido y unas ruinas tan grandes como las de Roma, algo asi como cuando de madrugada me despertaba el vacío y buscaba entre mis sábanas tus dedos tocando solo frío y hielo que tan afilado estaba que cortaba con mirarlo.

Que no quería una eternidad contigo, porque ya le dijo el conejo a Alicia cuando ella preguntó en aquel trágico país de las Maravillas; "¿Cuanto, pequeño amigo, dura lo eterno?" y él, con aquella sonrisa maliciosa le susurró acariciando su peligroso reloj de bolsillo: "a veces, querida, tan solo un instante".

Un instante.

Y es que yo quería solo un instante contigo. Un momento tras otro. Un segundo eterno que rompiera los relojes y nos pusiera la piel de gallina. Quería sentir cómo la electricidad sale a veces de los cables y se mete en nuestros nervios cuando toco tu cara, miro tus ojos o simplemente imagino que tus labios rompen barreras para llegar hasta mi boca.

Y joder, es que tú eras mi "nada" cuando la gente me encontraba con la mirada perdida y los ojos nublados al perderme dentro de mi mente por pensarte demasiado.

Me encantaba eso de sentir que podría dibujar en tu espalda una espiral de unicornios y tú sonreirías porque la locura nos enseñó a hacerlo juntos.

Me encantaba también aquello que solías darme cuando te preguntaba "¿Besos de buenas noches?" y tú me susurrabas "Noches de buenos besos".

Y yo solo pedía que me sonrieras de aquella forma tan tuya como si al final no fueras a romperme el corazón, que me dijeras aquellas palabras que solo tú sabías susurrar de aquella manera tan nuestra hasta que doliera el pecho porque necesitaba meterme dentro y sentir corazón con corazón cómo nuestros órganos se acompasaban latiendo entre gemidos.

Y es que como siempre tú te quedaste con toda la razón y no accediste a compartir nada;
El orgullo nos iba a hacer fuertes, si... pero no felices.



sábado, 22 de noviembre de 2014

❥ Aquellos diez centímetros de silencio.


Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos.
Una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios,
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos.

Si tengo que hablar lo haré para afirmar que ojalá hubiera podido decir que ni tú no volviste a escribirme ni yo volví a echarte de menos.

Pero no pasó.

Seguiste doliendo, y joder... era el dolor más bonito que sentí dentro del pecho.

Pasé los días buscando a alguien a quien contarle mi pasado, mi presente y el más oscuro de mis futuros. A quien susurrarle mis miedos y gritarle mis sueños. Alguien a quien enseñarle todos mis puntos débiles y que aún después de eso... se quedara a mi lado.

Pero nunca apareció.

Y es que la decepción debería estar catalogada como la más peligrosa de las armas blancas, capaz de atravesar corazones e ilusiones sin el más mínimo esfuerzo que el de dejarla caer sobre nuestros hombros ya cansados.

Nunca supe si de verdad aquellas miradas eran amor, pero juro que habría vendido mi alma a Satán por tener el placer de verte los ojos una vez más y verme reflejada como lo hacía en tus pupilas. Aquellos ojos miel que me llenaban el alma de una calidez propia del mismísimo sol en verano. 

Verte era tener un grito atrapado en la garganta que no me dejaba gritar, y qué putada eso de perder los nervios y empezar a temblar cuando sentía el calor de tu cuerpo rozando mi ropa. 

No fuimos nada, pero dolías como si tus huesos estuvieran clavados en cada músculo de mi cuerpo, y es que mentalmente tú me pertenecías y yo te esperaba en aquel banco a la salida para perdernos sin que nadie supiera nunca qué podría haber sido de nosotros.

Dos desconocidos que se engancharon la ropa sin ni siquiera mirarse a la cara.

Nunca vas a quererte ni la mitad de lo que te quise, y que te quiero. Pasara el tiempo (porque siempre pasa) y encontrarás a otra que te llene los ojos y te saque sonrisas, pero sabrás también que ninguna de ellas se tirará al suelo cuando tú te caigas, ni peleará contra montañas por salvarte de las sombras de los árboles.

Y pasará el tiempo (porque siempre pasa) y tú volverás como si no hubiera pasado nada (porque siempre vuelves) pero esta vez la idiota que miraba estando ciega y sonreía aunque le doliera el pecho ya no va a estar esperándote con temblores en las manos (porque se ha cansado).




miércoles, 19 de noviembre de 2014

❥ La tragedia de Cupido.


Vamos a hablar de Cupido y su tragedia.
Contemos la historia no contada del ser alado que presumió de ser capaz de llenar de amor un corazón roto y unir los pedazos de almas ya demasiado oscuras.
A cupido, ese que se movía sin ser visto con su arco, sus flechas y una venda en los ojos para demostrar que el amor es ciego, y lo es, le tocó morir como solo Cupido podía morir.
Y murió.

Tan obsesionado con encontrar la felicidad en otros que se olvidó por completo de buscar la suya.
Tan necesitado de amor ajeno que se le pasó la vida sin llegar al propio.
Tan decidido a unir, que acabó por resquebrajarse.
Tan libre que acabó preso.
Tan grandioso que acabó siendo mundano.
Tan solo...

Y es que Cupido era como es cualquier persona, un animal que anda y anda con la cabeza gacha y la mirada al suelo buscando huellas que coincidan con las de sus zapatos sin ser las suyas, pasando el tiempo en relojes ajenos y momentos que no pertenecen a nadie, porque nadie va a recordarlos.

Cupido vagó por el mundo agitando sus alas hasta que éstas dejaron de volar, lanzando flechas hasta que nadie quedó en el mundo sin un compañero, sin una pareja, sin un medio corazón compartido.
Cupido cruzó océanos viendo sonrisas y escuchando pulsos acelerarse y latidos a punto de bailar. Viajó sintiendo temblores en manos que no eran suyas y mariposas volando en estómagos que no le pertenecían. Corrió buscando amor, y el amor resultó ser más rápido.

Y cupido, ya sin alas y con solo una flecha, llegó a un callejón oscuro en el que dos personas se miraban sin ver nada y gritaban en silencio sin que ningún sonido interrumpiera el ruido del agua chocando contra el suelo.

Cupido sacó su flecha.
Apuntó.
Y disparó.

Ocurrió que aquellas personas siguieron sin ver nada y sus gritos siguieron sin ser escuchados, porque Cupido, cansado de estar solo entre un mar de gente, lanzó la flecha contra su propio pecho.

Y entonces murió.

Porque el amor es para aquellos que no lo buscan y Cupido suplicaba por él con cada disparo, y es que lo que para aquellos fue la vida para él resultó ser la muerte.

Porque el amor es ciego, y ciego era Cupido.
Y siendo amor Cupido... no pudo enamorarse.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

❥ Hipócritas.


Intentas estar bien. Que no te afecten las cosas. Que no duela. Que dejen de llorarte los ojos, que salga la puta sonrisa que todos están esperando ver. Intentas que no te rompa. Positividad. Evasión. Te dicen que dejes de preocuparte y que mires la vida con buenos ojos, que nada es demasiado malo y que está todo en tu cabeza. Deja de ser negativa. Deja de llorar. Deja de joderte.

Hipócritas.

Me he cansado de todos esos que intentan dar consejos sin saber qué estas pasando. No saben nada y te juzgan y critican como si tuviera la más jodida mínima idea de qué es lo que te está comiendo por dentro. Te dicen que aprendas a pasar de los problemas.

¿De verdad pensáis, por un segundo, que hay gente a la que le gusta estar jodida las veinticuatro horas del día? ¿Sinceramente creéis que es agradable estar tan cansado de la vida siendo tan joven que te importe una mierda estar vivo o estar muerto? No lo es.

Uno se repite diez, veinte, treinta veces que puede cambiar. Se traga las mierdas y sale a la calle con los ojos llorosos pero la sonrisa bien clavada en la cara. Eso es lo que todos estáis esperando ver. Sonrisas, que estén o no vacías importa bien poco. No queréis ver a alguien llorar porque entonces es demasiado débil, queréis que os cuente sus problemas pero cuando lo hace os largáis porque es demasiado para vosotros. Pedís que confíe y cuando lo hace se la claváis por la espalda y no tenéis bastante hasta que no está tirado en el suelo y ha dejado de intentar levantarse. Vais vestidos de amigos cuando en realidad os importa tres cojones cómo esté de verdad, esos son los peores enemigos. Qué estáis buscando realmente es algo que jamás lograré entender, pero lo que tengo claro es que gente de esta calaña está haciendo que cada vez más personas se cierren y no dejen que nadie las toque. Porque dais asco. Estáis sucios. Sois basura.

Debería estar prohibido jugar como lo hacéis con las personas y más sabiendo que algunas de ellas tienen ya mierda suficiente como para sumergirse siete vidas seguidas.

Joder, es tan frustrante...

Vais todos de diferentes y cuando lográis ganaros la confianza que tanto estáis exigiendo o simplemente os cansáis de hacer el papel desaparecéis.

Os largáis.

Y no sois conscientes de lo que revienta por dentro que te falle una persona en la que has puesto el 150% de tus expectativas. Que te hace pensar que vale la pena y con el tiempo te das cuenta de que es todo aquello que ha estado criticando.

Una decepción.
Dos decepciones.
Tres.
Cuatro.
Veinte.
Trescientas.
Decepciones. Decepciones. Decepciones.

Mi más sincera enhorabuena.

Estáis haciendo el papel de vuestra vida y con ello os estáis llevando lo poco bueno que queda de las personas, pero seguid. Seguid en vuestro teatro y en vuestro juego de mierda, porque llegará un día en el que la gente esté tan cansada de apostar por algo que ya está perdido que deje de intentarlo, y ese día... Dios, ese día voy a disfrutar viendo como os dan lo mismo que habéis dado.

Porque creedme; Vais a estar solos.

sábado, 1 de noviembre de 2014

❥ Ella; tercera persona.



Ella; Sobre la que nadie quería escribir. 

La que estaba dispuesta a dejarlo volver para romper todas las paredes que tanto le había costado construir sin él, la que se quemaría una y mil veces más con su fuego porque juntos eran gasolina y sus cuerpos se inflamaban mientras las llamas nunca tocaban hueso.

Ella, a la que le dijeron que la vida seguiría y le mintieron, porque un día se paró su mundo y las agujas del reloj dejaron de hacerle el favor de seguir corriendo. Se congelaron, congelando también su alma en el mismo recuerdo en diferentes instantes. En el mismo pinchazo profundo en el pecho y el mismo agujero en el corazón que él le regaló aquél día bajo la lluvia.

Si la esperanza es lo último que se pierde que le cuenten cuánto tiempo llevaría estando rota, porque cuando miraba al cielo no veía más que niebla y si bajaba la vista acababa por perderse.

Ella, que no era la más hermosa ni tampoco la más lista. Que lloraba más veces de las que reía y dejaba que su sonrisa triste viajara de vista en vista sin pararse nunca en unos ojos que de verdad se detuvieran a observarla. Que sentía cada día el peso de la vida sobre los hombros, presionando hacia el infiero que cada vez más calentaba las suelas de sus zapatos.

Ella, que por las noches se abrazaba en la oscuridad por miedo a encender la luz y darse cuenta de que estaba sola, de que no había nadie allí para limpiar con los dedos la lágrima que corría por su mejilla, sin pensar que al llegar a sus labios el sabor salado le recordaría cada beso que aquél cabrón le había regalado.

Ella, a la que le fallaron más veces de las que vuelve la primavera. Que estuvo siempre pero nadie apareció cuando gritaba y se ahogaba entre el humo del tabaco que tanto odiaba. La que aprendió a sentirse poco y nada y agarrarse con uñas y dientes al placer de la melancolía, la que acariciaba por las noches la almohada esperando que una mano rozara su piel desnuda bajo las sábanas susurrándole que la quería.

Esperándolo.

Cualquiera en su sano juicio habría visto que ella, tan frágil y poca cosa... estaba dispuesta a dar hasta la última condena en el inframundo por aquel que le había roto el pecho. Bastaba con mirarla a los ojos para ver tras sus pupilas la nada en la que se había convertido todo y el eco del vacío que dejaba pasear fantasmas entre los huecos de su alma.

Ella, la que pidió ayuda mientras ardía Troya y buscó entre los restos de Roma una razón para seguir sonriendo, únicamente para ver si así alguien se acababa enamorando de un alma triste y unos ojos muertos.

Ella, la de las manos temblorosas y las ilusiones gastadas.
La que no tenía sombra.
La que confió hasta en la desconfianza.
La que dejaba entrar en su piel las balas de metal que alguien le lanzaba.
La que se habría enfrentado al diablo por salvar a quien la había mandado al infierno.

Ella, que se enganchó a los suspiros de quien nunca la miraba.

Ella, tercera persona y última opción.

Ella;