- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

lunes, 1 de diciembre de 2014

❥ Grandes, gigantes, prometedores... nada.




Mira, vamos a plantearlo de esta manera; 
No eras tú, eran tus ojos café.
Eramos la noche y el día, pero qué noche la de aquél día.

Y tú solías preguntarme por qué escribía sobre ti con tanta melancolía, como si con cada palabra soltara una lágrima y detrás de cada punto se escondiera un grito. Y yo te decía que tal vez fuera verdad, porque no podía ni quería negarlo, a sabiendas de que mi insomnio y mis noches en vela tenían exactamente tu nombre y apellidos.

Era cierto, te echaba de menos como se echa de menos el calor en invierno y la lluvia en primavera, como se extraña aquel olor a chocolate que derrite paladares y el sonido de los susurros que tanto te gustaban. Te necesitaba como quien necesita la música para no volverse loco o el calor de otra persona para que le recuerde que no está solo. Te quería como aquellos que por querer quieren hasta a quienes le hacen daño, y es que incluso por buscarte te buscaba entre mis sábanas, entre los huecos de aquel sofá en el que tantas tardes de domingo habíamos pasado, te buscaba también entre las sombras que mi cuerpo dejaba detrás de mi cuando andaba pisando baldosas en calles desconocidas, gritando en silencio a alguien que te encontrara.

Eras ese instante de angustia antes de caer en picado desde la atracción mas alta del parque, la sensación de libertad al ver el mar por primera vez y el sentimiento de felicidad cuando sales y la lluvia de verano te da en la cara, pero cierto es también que nunca escribí para pedirte que volvieras, sino para poder dejarte ir y sentir que se me rompía un poco menos el pecho. Y es que qué jodidamente difícil era eso de intentar olvidarte cuando habías sido tú quien más recuerdos me había dado.

Eras el despertarse tarde los fines de semana. 
Eras mi canción favorita sonando en la radio. 
Eras un abrazo inesperado de la persona indicada. 
Eras catorce de febrero y veinticinco de diciembre.
Eras los colores del arco iris reflejados en los charcos de calles vacías.
Eras ese frío que se quita con el contacto de piel con piel.
Eras sonrisas.
Eras las notas altas de la melodía que creció conmigo. 

Y juro y sacrifico mi alma para alegar que eras el amor de mi vida en el momento y lugar menos indicado. Tal vez te conocí demasiado pronto o tal vez tú me encontraste demasiado tarde, demasiado lejos, demasiado rota... demasiado congelada. Demasiado. Y dolía... porque nos costó tanto coincidir y tú nos dejaste ir de una manera tan sencilla...

Eras primavera y sus flores.
Eras verano y el calor de sus playas.
Eras otoño y las hojas secas rozando suavemente el suelo.
Eras invierno y la nieve blanca reflejando la luz de tus ojos sobre nosotros. 
Eras...
Eras todos y absolutamente cada momento preferido de las estaciones. 
Tú eras mis estaciones. 

Soñaba contigo y con la capacidad de poder darte una cosa en la vida; Que pudieras verte a ti mismo a través de mis ojos, porque entonces te darías cuenta de lo jodidamente especial que eras, que eramos, que podríamos haber seguido siendo. Pero te fuiste, porque tenías los ojos cerrados, el alma oscura y el corazón a la deriva... sin mi.

Ya me lo dijeron; Iba a dedicar tantos insomnios a alguien que no iba a venir que cuando llegara quien de verdad iba a quedarse yo ya me habría quedado dormida. Y mientras esperaba sentada en aquella cama fría cruzada de brazos y escuchando cómo la soledad me calaba los huesos, me dediqué a leer libros de amor para fingir que aquellas historias eran mías, compartiendo palabras y discutiendo con aquellas grandes mentes del pasado.

Y es que pasó Cupido y me ofreció su arco con la esperanza de que yo, aquella solitaria y débil alma oscura, lo reemplazara. Pero ni siquiera supe tenderle la mano porque ya estaba pensando en cómo no te encontraría y en cuánto iba a doler no ser capaz de verte la cara una vez más.

Ya no recuerdo en qué desilusión me dejaste de importar, pero lo hiciste, y ambos acabamos llorando. Ya no importa porque nunca importé, eso es algo que ahora, después de noches, días y largas esperas y agujas de relojes corridas... he conseguido asumir.

Fuimos eso que no se cuenta, ni se admite... pero que tampoco nunca se olvida.


Era la historia de siempre; 
Grandes, 
gigantes, 
prometedores...
nada. 
Porque entonces él empezó a ignorarla y ella... 
ella empezó a olvidarlo.





lunes, 24 de noviembre de 2014

❥ Besos de buenas noches; Noches de buenos besos.


Hoy quiero hablar de un poco de desastre y un algo más de decadencia.

Quería dormir con él en el sentido más inocente de la palabra. De verdad que quería.

Y es que cuando no estaba a su lado todo era un constante frío y una degradante lucha por intentar soñar contando, y al final todo lo que acababa contando se convertía en;
Una oveja,
dos ovejas,
tres ovejas,
cuatro ovejas...
...y sus ojos,
su boca,
los hoyuelos de sus mejillas,
su risa en los chistes malos,
el temblor de sus manos al tocarme y aquella calidez de su dedo corazón.
Aquella mirada de 'eres un desastre pero me encantas',
aquellos labios tensos en sonrisas reprimidas,
aquella sensación de pertenecer,
de encajar,
de formar parte de alguien.

Aquella sensación de estar vivo

Quería conocerte como se conoce tu libro preferido, con cada página doblada por la punta y las palabras subrayadas, las letras ya borradas de tanto roce con los dedos y el papel apestando al perfume que solía dejar con los besos sobre todas mis partes favoritas que me llamaban a perderme entre página y página de una historia que se convertía en mía con solo cerrar los ojos.

Y al final, como más de una vez me había pasado, acabaste por ser un cuento breve que leeré una y mil veces dejando caer una lágrima por cada "fin" al buscar con los dedos otra página y ver que no queda nada. Una tragedia digna de Cupido y unas ruinas tan grandes como las de Roma, algo asi como cuando de madrugada me despertaba el vacío y buscaba entre mis sábanas tus dedos tocando solo frío y hielo que tan afilado estaba que cortaba con mirarlo.

Que no quería una eternidad contigo, porque ya le dijo el conejo a Alicia cuando ella preguntó en aquel trágico país de las Maravillas; "¿Cuanto, pequeño amigo, dura lo eterno?" y él, con aquella sonrisa maliciosa le susurró acariciando su peligroso reloj de bolsillo: "a veces, querida, tan solo un instante".

Un instante.

Y es que yo quería solo un instante contigo. Un momento tras otro. Un segundo eterno que rompiera los relojes y nos pusiera la piel de gallina. Quería sentir cómo la electricidad sale a veces de los cables y se mete en nuestros nervios cuando toco tu cara, miro tus ojos o simplemente imagino que tus labios rompen barreras para llegar hasta mi boca.

Y joder, es que tú eras mi "nada" cuando la gente me encontraba con la mirada perdida y los ojos nublados al perderme dentro de mi mente por pensarte demasiado.

Me encantaba eso de sentir que podría dibujar en tu espalda una espiral de unicornios y tú sonreirías porque la locura nos enseñó a hacerlo juntos.

Me encantaba también aquello que solías darme cuando te preguntaba "¿Besos de buenas noches?" y tú me susurrabas "Noches de buenos besos".

Y yo solo pedía que me sonrieras de aquella forma tan tuya como si al final no fueras a romperme el corazón, que me dijeras aquellas palabras que solo tú sabías susurrar de aquella manera tan nuestra hasta que doliera el pecho porque necesitaba meterme dentro y sentir corazón con corazón cómo nuestros órganos se acompasaban latiendo entre gemidos.

Y es que como siempre tú te quedaste con toda la razón y no accediste a compartir nada;
El orgullo nos iba a hacer fuertes, si... pero no felices.



sábado, 22 de noviembre de 2014

❥ Aquellos diez centímetros de silencio.


Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos.
Una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios,
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos.

Si tengo que hablar lo haré para afirmar que ojalá hubiera podido decir que ni tú no volviste a escribirme ni yo volví a echarte de menos.

Pero no pasó.

Seguiste doliendo, y joder... era el dolor más bonito que sentí dentro del pecho.

Pasé los días buscando a alguien a quien contarle mi pasado, mi presente y el más oscuro de mis futuros. A quien susurrarle mis miedos y gritarle mis sueños. Alguien a quien enseñarle todos mis puntos débiles y que aún después de eso... se quedara a mi lado.

Pero nunca apareció.

Y es que la decepción debería estar catalogada como la más peligrosa de las armas blancas, capaz de atravesar corazones e ilusiones sin el más mínimo esfuerzo que el de dejarla caer sobre nuestros hombros ya cansados.

Nunca supe si de verdad aquellas miradas eran amor, pero juro que habría vendido mi alma a Satán por tener el placer de verte los ojos una vez más y verme reflejada como lo hacía en tus pupilas. Aquellos ojos miel que me llenaban el alma de una calidez propia del mismísimo sol en verano. 

Verte era tener un grito atrapado en la garganta que no me dejaba gritar, y qué putada eso de perder los nervios y empezar a temblar cuando sentía el calor de tu cuerpo rozando mi ropa. 

No fuimos nada, pero dolías como si tus huesos estuvieran clavados en cada músculo de mi cuerpo, y es que mentalmente tú me pertenecías y yo te esperaba en aquel banco a la salida para perdernos sin que nadie supiera nunca qué podría haber sido de nosotros.

Dos desconocidos que se engancharon la ropa sin ni siquiera mirarse a la cara.

Nunca vas a quererte ni la mitad de lo que te quise, y que te quiero. Pasara el tiempo (porque siempre pasa) y encontrarás a otra que te llene los ojos y te saque sonrisas, pero sabrás también que ninguna de ellas se tirará al suelo cuando tú te caigas, ni peleará contra montañas por salvarte de las sombras de los árboles.

Y pasará el tiempo (porque siempre pasa) y tú volverás como si no hubiera pasado nada (porque siempre vuelves) pero esta vez la idiota que miraba estando ciega y sonreía aunque le doliera el pecho ya no va a estar esperándote con temblores en las manos (porque se ha cansado).




miércoles, 19 de noviembre de 2014

❥ La tragedia de Cupido.


Vamos a hablar de Cupido y su tragedia.
Contemos la historia no contada del ser alado que presumió de ser capaz de llenar de amor un corazón roto y unir los pedazos de almas ya demasiado oscuras.
A cupido, ese que se movía sin ser visto con su arco, sus flechas y una venda en los ojos para demostrar que el amor es ciego, y lo es, le tocó morir como solo Cupido podía morir.
Y murió.

Tan obsesionado con encontrar la felicidad en otros que se olvidó por completo de buscar la suya.
Tan necesitado de amor ajeno que se le pasó la vida sin llegar al propio.
Tan decidido a unir, que acabó por resquebrajarse.
Tan libre que acabó preso.
Tan grandioso que acabó siendo mundano.
Tan solo...

Y es que Cupido era como es cualquier persona, un animal que anda y anda con la cabeza gacha y la mirada al suelo buscando huellas que coincidan con las de sus zapatos sin ser las suyas, pasando el tiempo en relojes ajenos y momentos que no pertenecen a nadie, porque nadie va a recordarlos.

Cupido vagó por el mundo agitando sus alas hasta que éstas dejaron de volar, lanzando flechas hasta que nadie quedó en el mundo sin un compañero, sin una pareja, sin un medio corazón compartido.
Cupido cruzó océanos viendo sonrisas y escuchando pulsos acelerarse y latidos a punto de bailar. Viajó sintiendo temblores en manos que no eran suyas y mariposas volando en estómagos que no le pertenecían. Corrió buscando amor, y el amor resultó ser más rápido.

Y cupido, ya sin alas y con solo una flecha, llegó a un callejón oscuro en el que dos personas se miraban sin ver nada y gritaban en silencio sin que ningún sonido interrumpiera el ruido del agua chocando contra el suelo.

Cupido sacó su flecha.
Apuntó.
Y disparó.

Ocurrió que aquellas personas siguieron sin ver nada y sus gritos siguieron sin ser escuchados, porque Cupido, cansado de estar solo entre un mar de gente, lanzó la flecha contra su propio pecho.

Y entonces murió.

Porque el amor es para aquellos que no lo buscan y Cupido suplicaba por él con cada disparo, y es que lo que para aquellos fue la vida para él resultó ser la muerte.

Porque el amor es ciego, y ciego era Cupido.
Y siendo amor Cupido... no pudo enamorarse.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

❥ Hipócritas.


Intentas estar bien. Que no te afecten las cosas. Que no duela. Que dejen de llorarte los ojos, que salga la puta sonrisa que todos están esperando ver. Intentas que no te rompa. Positividad. Evasión. Te dicen que dejes de preocuparte y que mires la vida con buenos ojos, que nada es demasiado malo y que está todo en tu cabeza. Deja de ser negativa. Deja de llorar. Deja de joderte.

Hipócritas.

Me he cansado de todos esos que intentan dar consejos sin saber qué estas pasando. No saben nada y te juzgan y critican como si tuviera la más jodida mínima idea de qué es lo que te está comiendo por dentro. Te dicen que aprendas a pasar de los problemas.

¿De verdad pensáis, por un segundo, que hay gente a la que le gusta estar jodida las veinticuatro horas del día? ¿Sinceramente creéis que es agradable estar tan cansado de la vida siendo tan joven que te importe una mierda estar vivo o estar muerto? No lo es.

Uno se repite diez, veinte, treinta veces que puede cambiar. Se traga las mierdas y sale a la calle con los ojos llorosos pero la sonrisa bien clavada en la cara. Eso es lo que todos estáis esperando ver. Sonrisas, que estén o no vacías importa bien poco. No queréis ver a alguien llorar porque entonces es demasiado débil, queréis que os cuente sus problemas pero cuando lo hace os largáis porque es demasiado para vosotros. Pedís que confíe y cuando lo hace se la claváis por la espalda y no tenéis bastante hasta que no está tirado en el suelo y ha dejado de intentar levantarse. Vais vestidos de amigos cuando en realidad os importa tres cojones cómo esté de verdad, esos son los peores enemigos. Qué estáis buscando realmente es algo que jamás lograré entender, pero lo que tengo claro es que gente de esta calaña está haciendo que cada vez más personas se cierren y no dejen que nadie las toque. Porque dais asco. Estáis sucios. Sois basura.

Debería estar prohibido jugar como lo hacéis con las personas y más sabiendo que algunas de ellas tienen ya mierda suficiente como para sumergirse siete vidas seguidas.

Joder, es tan frustrante...

Vais todos de diferentes y cuando lográis ganaros la confianza que tanto estáis exigiendo o simplemente os cansáis de hacer el papel desaparecéis.

Os largáis.

Y no sois conscientes de lo que revienta por dentro que te falle una persona en la que has puesto el 150% de tus expectativas. Que te hace pensar que vale la pena y con el tiempo te das cuenta de que es todo aquello que ha estado criticando.

Una decepción.
Dos decepciones.
Tres.
Cuatro.
Veinte.
Trescientas.
Decepciones. Decepciones. Decepciones.

Mi más sincera enhorabuena.

Estáis haciendo el papel de vuestra vida y con ello os estáis llevando lo poco bueno que queda de las personas, pero seguid. Seguid en vuestro teatro y en vuestro juego de mierda, porque llegará un día en el que la gente esté tan cansada de apostar por algo que ya está perdido que deje de intentarlo, y ese día... Dios, ese día voy a disfrutar viendo como os dan lo mismo que habéis dado.

Porque creedme; Vais a estar solos.

sábado, 1 de noviembre de 2014

❥ Ella; tercera persona.



Ella; Sobre la que nadie quería escribir. 

La que estaba dispuesta a dejarlo volver para romper todas las paredes que tanto le había costado construir sin él, la que se quemaría una y mil veces más con su fuego porque juntos eran gasolina y sus cuerpos se inflamaban mientras las llamas nunca tocaban hueso.

Ella, a la que le dijeron que la vida seguiría y le mintieron, porque un día se paró su mundo y las agujas del reloj dejaron de hacerle el favor de seguir corriendo. Se congelaron, congelando también su alma en el mismo recuerdo en diferentes instantes. En el mismo pinchazo profundo en el pecho y el mismo agujero en el corazón que él le regaló aquél día bajo la lluvia.

Si la esperanza es lo último que se pierde que le cuenten cuánto tiempo llevaría estando rota, porque cuando miraba al cielo no veía más que niebla y si bajaba la vista acababa por perderse.

Ella, que no era la más hermosa ni tampoco la más lista. Que lloraba más veces de las que reía y dejaba que su sonrisa triste viajara de vista en vista sin pararse nunca en unos ojos que de verdad se detuvieran a observarla. Que sentía cada día el peso de la vida sobre los hombros, presionando hacia el infiero que cada vez más calentaba las suelas de sus zapatos.

Ella, que por las noches se abrazaba en la oscuridad por miedo a encender la luz y darse cuenta de que estaba sola, de que no había nadie allí para limpiar con los dedos la lágrima que corría por su mejilla, sin pensar que al llegar a sus labios el sabor salado le recordaría cada beso que aquél cabrón le había regalado.

Ella, a la que le fallaron más veces de las que vuelve la primavera. Que estuvo siempre pero nadie apareció cuando gritaba y se ahogaba entre el humo del tabaco que tanto odiaba. La que aprendió a sentirse poco y nada y agarrarse con uñas y dientes al placer de la melancolía, la que acariciaba por las noches la almohada esperando que una mano rozara su piel desnuda bajo las sábanas susurrándole que la quería.

Esperándolo.

Cualquiera en su sano juicio habría visto que ella, tan frágil y poca cosa... estaba dispuesta a dar hasta la última condena en el inframundo por aquel que le había roto el pecho. Bastaba con mirarla a los ojos para ver tras sus pupilas la nada en la que se había convertido todo y el eco del vacío que dejaba pasear fantasmas entre los huecos de su alma.

Ella, la que pidió ayuda mientras ardía Troya y buscó entre los restos de Roma una razón para seguir sonriendo, únicamente para ver si así alguien se acababa enamorando de un alma triste y unos ojos muertos.

Ella, la de las manos temblorosas y las ilusiones gastadas.
La que no tenía sombra.
La que confió hasta en la desconfianza.
La que dejaba entrar en su piel las balas de metal que alguien le lanzaba.
La que se habría enfrentado al diablo por salvar a quien la había mandado al infierno.

Ella, que se enganchó a los suspiros de quien nunca la miraba.

Ella, tercera persona y última opción.

Ella;


martes, 28 de octubre de 2014

❥ Una sola noche sin fantasmas en las paredes.


Hoy vengo a pedir una noche sin echarte de menos.

He llegado a la conclusión (aunque esto en el fondo yo ya lo sabía) de que es por las noches cuando más me viene tu nombre a la cabeza. Es en esas horas en las que no sabes si irte a dormir o subir el volumen de la música cuando me doy cuenta de que tu imagen me visita con más frecuencia, pero sin ti.

Quién sabe por qué, tal vez sea el hecho de que se me acaban las distracciones que intento exprimir durante todo el día para no acordarme de tus ojos mirándome desde la distancia y sin embargo tan cerca que queman, o tu sonrisa gritándome que importa, que importamos. Tal vez sea que simplemente te echo de menos a todas horas y es en la número veinticuatro cuando algo dentro se agrieta un poco más porque ha pasado otro día sin hablar contigo. Mientras está el sol en lo más alto del cielo y mientras quedan segundos en el reloj antes de que acabe el día sé que hay una oportunidad (cada vez más pequeña) de que me hables, te hable o milagrosamente nos hablemos. De que me pienses, de que resulte que no me has olvidado.

Podríamos ser tan grandes juntos...

Es esa sensación de vacío en el pecho constantemente al preguntarme si tú también estarás sintiendo toda esta mierda dentro del pecho, porque he intentado matar las mariposas y se han convertido en cuervos, que vuelan y se chocan contra mis costillas cuando intento que salgas de mi cabeza.
Y lo peor de todo es que ni siquiera sé si merece la pena arriesgar y dejar que el sueño me abandone por las noches, no se si esto es real o la imaginación me está jugando una mala pasada, porque cierro los ojos y veo como me sonríes, y no se si son sombras o de verdad estás ahí.

Tal vez sea que simplemente ambos estamos ya demasiado hechos polvo y el miedo nos frena. Tal vez estemos demasiado asustados porque ni tú ni yo estamos acostumbrados a esto de sentir que caemos en picado cuando se cruzan nuestras miradas. No sé, puedes llamarme loca, pero tal vez solo necesitemos tocarnos una vez para darnos cuenta de que es contigo con quien quiero despertarme y es conmigo con quien quieres perderte.

Y es que es por las noches cuando veo tus fantasmas en las paredes, susurrándome que espere un día más y pidiéndome que nos acerquemos poco a poco hasta que no quede espacio para el aire entre nosotros. Que desaparezca el tiempo y se pare el mundo.

Y es que podríamos ser tan inmensamente enormes juntos...

Que dueles.


jueves, 23 de octubre de 2014

❥ Si pudiera soñar...


Creo que estamos demasiado acostumbrados a despreciar las pequeñas cosas que nos hacen grandes. Solemos pasar por alto los detalles creyendo que no valen nada, pero se nos pasa recordar que los grandes edificios no se construyen solos y que Troya no se tomó en un día.

Me gusta dormir. Qué simple suena ¿verdad?
Tan fácil como cerrar los ojos y acompasar la respiración entre silencio y oscuridad.
Tan básico como recargar energía y relajar el cuerpo, dejar sueltos los músculos.

Me gusta meterme en la cama y sentir como el frío de los huesos desaparece poco a poco y el calor de mi cuerpo (o del tuyo, cuando hay suerte) me calienta hasta lo más profundo del alma. Me hace sentir bien la sensación de seguridad que da estar envuelto entre sábanas suaves y pensamientos acolchados.

Oh, pero sin duda lo que mas me gusta de dormir es poder soñar, porque cuando sueñas dejas a un lado lo real y te conviertes en el dueño de tus propias ilusiones.
Tan increíble como borrar el dolor y las malas experiencias y construir otras desde los cimientos. Ser capaz de imaginar una realidad paralela en la que eres y sientes lo que tú quieres ser y sentir.
Nadie puede tocarte, nadie puede alcanzarte.
Nadie puede hacerte daño.

Si pudiera elegir me quedaría dentro de los sueños. Esos en los que no puedes correr demasiado rápido, el cielo no es azul y la hierba no es verde porque simplemente no hay colores. Todo es ambiguo, tan ambiguo como los sentimientos. No se siente demasiado dolor y tampoco se ama intensamente hasta sentir que tu pecho explota en mil pedazos.
Se agradece.

Si pudiera elegir querría ser la persona que logro ser en mis sueños. Alegre, risueña, dispuesta a correr caminos sin saber donde van a acabar. Dispuesta a tirarme por acantilados sin ver el océano al final de la caída porque sé que haré que el golpe sea indoloro.

Si pudiera elegir... elegiría una realidad alternativa en la que solo estuviéramos tu y yo, sin necesidad de palabras ni de gestos malintencionados. Sin agujas en los relojes y sonrisas tímidas. Sin tener la lluvia el poder de mojarnos ni el sol la capacidad de quemarnos. Sin todo aquello que nos aleja y que nos hace seguir siendo dos desconocidos.

Si pudiera...

Si pudiera elegiría vivir soñando.

Pero siempre contigo.


martes, 14 de octubre de 2014

❥ Por aquellas historias inventadas.


Que poco me interesa ya leer historias de esas que acaban con finales felices y corazones completos.

Que gran engaño ese de las perdices y que desteñido está ya nuestro principie azul, que de tanto meterse en aguas turbias se le ha ensuciado el traje y a saber donde se dejó el caballo.

No, eso no son historias.

Yo quiero contar historias sobre cómo nos quisimos de la manera menos romántica y más salvaje y nuestra que encontramos, sobre cómo se nos perdían las palabras de aquel cuento entre las sonrisas que nos regalábamos.

Quiero poder decir que mi héroe no tenía capa sino unas ganas tremendas de arreglar ilusiones rotas y una atracción peligrosa por las causas perdidas como era yo.

Voy a poner dos puntos más a aquel final y a construir una historia nueva para nosotros.

Vamos a dejarnos las flores y a regalarnos ganas de arriesgar.

¿Quién me va a llevar a mi al jodido país de las maravillas a perseguir conejos con relojes de bolsillo y gatos con sonrisas brillantes de medias lunas?


lunes, 13 de octubre de 2014

❥ A veces el frío es lo que más quema.


Me dijeron que era demasiado rara para este mundo de patrones cortados siempre por las mismas tijeras, ya demasiado oxidadas, que dejan los rastros de errores que una y otra vez marcan la tela a la que llamamos personas.

Me dijeron que no era suficiente para una sociedad en la que menos es más y no serás nadie si no vistes, hablas, piensas y actúas como tu vecino, el de al lado, y el de más allá.

Me dijeron que la belleza era subjetiva y después marcaron un canon para mentes cerradas y ojos nublados de esos que solo ven líneas continuas en papeles ya muy pintados. Gritaban que ser perfecto era imposible y sin embargo ahí estaban todos, poniendo más allí y quitando más de aquí para rozar aquello que era lo que ellos creían correcto.

Me llamaron antisocial y lo que ellos nombraron como insulto no era más que toda una virtud, y no era tampoco esa la definición, sino selectiva. Ser selectiva significa que mientras todos llegaban con brazos abiertos, sonrisas falsas e hipocresía quemándoles las tripas yo, con mis brazos cerrados y mis labios apretados veía, juzgaba y elegía quién merecía ser llamado amigo y quién iba a fallarme antes de abrir la boca, y es que para ellos la felicidad consiste en llenar páginas de facebook con listas de amigos, mientras que para mí es ser capaz de estirar los dedos de una mano con nombres que sé que van a estar ahí mañana, y que además lo harán porque de verdad quieren hacerlo.

¿Esto es bueno? Para mí es lo más grande, porque significa que me cuesta hacer amigos, pero cuando los hago... son de verdad. Que me cuesta querer, pero cuando lo hago... Dios, cuando lo hago lo hago hasta reventar. Que si tengo que arriesgar soy la que más arriesgo, que si tengo que pelear soy la que más peleo, y lo doy todo y más por esa persona. Porque cuando alguien me gana me gana en todos los sentidos y aspectos posibles, se gana mi alma y se gana mi pecho. Me gana completamente, y entonces me tiene, incondicional e irrevocablemente suya.  

Ellos se empeñaron en juzgar sin haber conocido primero, en abrir la boca sin haber abierto primero la mente y en disparar sin ni siquiera haber mirado cual era el objetivo. Creían saberlo todo y no sabían de nada, y es que las palabras se quedan solo en palabras si llegan a los oídos vacías.

Hoy puedo decir que soy quien soy porque así me han hecho. Soy esto.

Se ha convertido en costumbre escuchar que soy demasiado fría, pero es que a veces las personas frías son las que más queman, y cuando queman... lo hacen hasta el hueso. 

Solo necesitan a alguien dispuesto a prestar un poco de fuego.


miércoles, 8 de octubre de 2014

❥ Creer es crear; eso, para existir.


"No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Donde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a Ud. correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respires! Dar el no a todos los "no"
y descansar: Morir".

GABRIEL CELAYA.

Permitidme hoy deleitaros con la introducción de este poema que viene muy al caso para lo que me apetece contaros.  Decir que Celaya tiene una manera muy especial de decir las cosas es una obviedad tan clara que no merece la pena mencionar, y es que hay poetas con alma y poemas con alma, y éste... tiene las dos.

Vamos a dividir esto en cuatro bloques siguiendo la estructura de esta poesía. 

Hablemos primero del por qué de un mundo lleno de normas que nunca llegan a nada y de esa ya tan famosa frase "Las reglas están para romperlas" que me parece además de liberadora, saludable. Saludable en muchos sentidos. Y es que esta vida es demasiado corta para dejar que decidan por nosotros qué es lo "correcto", pues al final acabamos estableciendo reglas para los demás y excepciones para nosotros, y tan perjudicial es desdeñarlas como ceñirse a ellas en exceso.
Eso, para empezar.

¿Por qué esa obsesión con milimetrar nuestras palabras y recoger con cuentagotas nuestros ideales? Vivimos en una sociedad en la que la forma de vida está ya marcada a fuego con el mismo molde para todos cuando ni siquiera llegamos a parecernos. No hay un individuo igual a su vecino, e intentar conseguir que dos personas piensen, actúen, hablen y vivan de la misma formas es una total, absoluta y enorme gilipollez. No hay nada más bello que el individualismo ni más fuerte que lo especial, y para ser especial... hay que ser diferente. 
Eso, para seguir.

Voy a apoyarme en una frase del gran Albert Espinosa que tanto me ha enseñado de la vida, y es que "Si crees en los sueños, ellos creerán en tí. Creer y crear son dos palabras que se parecen y se parecen tanto porque están muy cerca. Tan cerca que si crees... se crea". Y es que al final la vida es eso, creer que podemos crear y crear para ser alguien, pero que sea porque de verdad disfrutamos creando y no porque nos han dicho que es lo que debemos hacer. 
Eso, para vivir.

Y llegados a este punto, vamos a hablar de un mundo diferente, un mundo en el que quitamos todos los "Noes" para que al final solo nos queden "Síes". Está bien romper las reglas. Está bien saltarse prohibiciones. Está bien ser diferente, porque cuando dejemos este mundo (y lo dejaremos, cada uno de nosotros a su debido tiempo) lo que quedará serán las huellas de nuestros actos, lo que hayamos creado y lo que hayamos hecho que nos diferencie de los otros miles de millones que vivieron exactamente igual que nosotros.
Eso, para morir.

Somos muchas personas en un mundo demasiado pequeño, así que no se tú, pero yo... yo voy a hacer que mi estancia aquí sea como YO quiero que sea y voy a pelear por dejar mi marca personal, algo que me diferencie, que me permita sentir que dejo algo de valor tras mis pasos.
Se trata de escuchar tu fuerza, crear tu lucha... y dejarte guiar.
Por tí.

domingo, 5 de octubre de 2014

❥ Pequeñas sonrisas y grandes armaduras.



Ella solía ser de esas chicas a las que le gustaba más el silencio que las palabras siempre y cuando no salieran de una canción. Entonces eran siempre bienvenidas. Además también era de aquellas que podían decir más con una mirada directa a los ojos que con mil explicaciones que al final nadie iba a acabar escuchando o simplemente olvidarían, como solían olvidarla también a ella.

Aquella chica había aprendido a llevar siempre consigo una armadura que nadie podía ver pero que era fácil sentir porque si intentabas tocarla te chocabas de lleno contra un muro. La llevaba como una protección contra la vida y todas las decepciones que habían lanzado contra ella con el tiempo, Ya desgastada y un poco vieja aquella armadura se había convertido en su mejor amiga, la que evitaba que le llegaran las risas, las miradas o los dedos que la señalaban desde la distancia. Siempre pensó que aquella armadura era sinónimo de fortaleza, pero una vez más con el tiempo fue consciente de que no era sino una cruz de debilidad que arrastraba con todo el peso de su alma.

Nunca fue de las que hablaban en voz alta a no ser que le preguntaran ni tampoco de las que sonreían mucho, ni poco en realidad. Nada sería la palabra correcta. Y es que para ella las sonrisas no se contaban como sonrisas si no salían del pecho. Estirar los labios y enseñar los dientes sin que el sentimiento llegara a los ojos nunca fue para ella digno de una definición válida como esa.

Añadiremos también que aquella pequeña e idiota incomprendida estuvo toda su vida tan acostumbrada a ser tratada de mala manera que cuando alguien intentaba acercarse para darle cariño o mostrarle respeto se alejaba. Se alejaba porque no aceptaba el hecho de que alguien pudiera querer sacarle una sonrisa. Una sonrisa de las de definición.

Sin embargo un día alguien llegó y empezó a amar sus inseguridades, y aquellos miedos que parecían crecer cada noche quedaron reducidos a pequeñas sombras en las llamas de una vela. Los fantasmas de su pecho dejaron de hacer ruido y las sonrisas llegaban a sus ojos de una manera que la asustaba, porque aquellos ojos grandes y tristes que nunca se habían iluminado ahora reflejaban una luz digna de los destellos de la luna llena. Alguien la quiso y entonces... ella también se quiso. Se quitó la armadura y la cambió por un montón de canciones que de repente ya no la hacían querer estar en silencio. Ahora ella quería vivir.
Vivir.
Pero siempre con él.
Porque en aquella ecuación seguía habiendo una armadura, pero esta vez... esta vez era él quien la llevaba, y la llevaba para luchar contra todo por ella.
Siempre por ella.


miércoles, 1 de octubre de 2014

❥ Levanta la cabeza y enseña los dientes.


Hoy vengo a hacer una promesa: Se acabó.

He pasado mi vida sintiéndome inferior a todos y siendo la persona más insegura sobre la corteza de la tierra. No me he valorado. No me he cuidado. Me he creído prescindible y nada necesaria, y tal vez fuera cierto o tal vez no, pero estoy cansada de llevar sobre los hombros un peso que yo misma me estoy echando a cuestas. No me he sentido bien conmigo misma desde hace tantos años que... bueno, ni siquiera recuerdo si alguna vez lo hice. Pero se acabó.

He decidido apretar los dientes y levantar la cabeza. Dejar de compararme con cada persona que se cruza por mi camino y pensar "es mejor que yo" o "nunca estaré a su altura", porque con el tiempo (y he necesitado mucho) me he dado cuenta de que no podemos compararnos porque no somos iguales, ni uno de nosotros. No hay nadie más guapo que nadie ni más inteligente ni mas importante, no hay nadie más nada que nadie ni menos porque cada uno somos único a nuestra jodida manera.

Ha llegado la hora de quitarme los miedos y sacar la sonrisa que llevo escondida dentro años. Me han repetido hasta la saciedad que debería sonreír más y yo siempre les he respondido que estaban locos. Nunca he encontrado nada por lo que hacerlo, pero ahora lo tengo. Me tengo a mí, y es suficiente.

He decidido dejar de necesitar a nadie y no permitir que nadie sea tampoco la razón de mi felicidad, porque lo que se consigue con esto es depender de algo que va a destruirte tarde o temprano, y no merece la pena. Lo único seguro para guardar la felicidad somos nosotros mismos, e incluso así ocurre que dejamos que se pierda.

Durante años he dejado que me pisaran. Tocada y hundida tantas veces que cuando volvía a pasar ya no dolía, porque no había dejado de hacerlo todavía. He sido demasiado buena en un mundo de hijos de puta, y eso me ha pasado factura. Me ha hecho más fuerte.

Yo antes solía poder con todo, me consideraba muchas cosas pero débil nunca fue una de ellas hasta que un día resultó ser lo único que podía llamarme. Débil. Cobarde. Demasiado frágil en un lugar donde llueven constantemente piedras sobre tu cabeza.
Ahora volveré a los comienzos. Aquellos tiempos en los que si me pisaban gritaba y no me quedaba en silencio, y si tenía que morder mordía, y si tenía que joder... era la que más jodía.

Es fácil marcarse metas y algo bastante más difícil cumplirlas, pero sin retos ¿Qué nos diferencia de los que se quedan quietos?

Voy a cambiar, y si con ello me destruyo... bendita destrucción.

Porque se acabó ser débil.

Y es que nuestro peor enemigo se esconde dentro del pecho y ataca desde dentro.

sábado, 27 de septiembre de 2014

❥ Y ojalá alguien dispuesto a mojarse.


Veo cada día cómo se hace de noche, y cada noche cómo se hace de día, y esa es una de aquellas rutinas que no puedes romper, porque créeme, el día que lo hagas habrás acabado con todo.

Hoy ha amanecido lloviendo, así que con el cielo oscuro, el frío en los huesos, el sonido del agua y tristeza en los pensamientos he abierto una hoja en blanco y me he puesto a escribir.
Es una de esas ocasiones en las que tienes mucho que decir pero nada que contar, y es que aunque abras la boca y grites nadie te escucha, y por mucho que notes como se te desgarra la garganta y te duelen las costillas... estás sola.

Hoy no he venido a hablar de nada, de nada más que de la lluvia.
Es curioso como algo tan simple como gotas chocando contra el suelo puede cambiarte el estado de ánimo y hacer que floten cosas que prefieres mantener hundidas. Hundidas como sentimientos, hundidas como pensamientos y hundidas aún mas como recuerdos.
En los días como hoy hay gente que prefiere esconderse debajo de una manta, encender la tele y ahogarse con palomitas. Yo prefiero tumbarme en la cama sin mirar ningún punto fijo, con sólo silencio y un poco de soledad y simplemente... existir.

La lluvia no es nada y a la vez es todo. Es el mundo girando y el cielo cayendo en picado. Son las nubes llorando y la humedad clavándose en la piel. Son las plantas naciendo y los animales huyendo, son los humanos dándose cuenta de que no son nada, porque nada es nadie y nadie es absolutamente imprescindible. Es la vida, pero también es un poco la muerte.

En días como hoy es cuando te apetece estar con alguien que de verdad quiera estar contigo, no por diversión, no por compañía, por ti. Solo por ti, que cada segundo corrido del reloj, cada respiración, cada latido, cada molécula y cada suspiro sea por ti y solamente por ti.

Es en días como hoy en los que me doy cuenta que no hay nadie.
Nadie que quiera meterse bajo la lluvia y venir a por mí.
Nadie dispuesto a mojarse para ver a alguien que no significa mucho y que nunca entiende nada.

En días como hoy la lluvia se convierte en piedras y los cristales gritan, porque duele.


viernes, 26 de septiembre de 2014

❥ Busca la X.


¿Gritamos?
Hoy vengo a hablaros de cobardes.

Siento la necesidad de daros consejos vacíos que sé que nunca vais a seguir, pero no por ello deben quedarse guardados. Me gustaría contaros (desde mi más humilde forma de enfocar las cosas) cómo la vida puede ser lo mejor o lo peor del mundo. Todo depende, y esto lo habréis escuchado ya demasiadas veces, de la forma en la que todo se mire. Hoy vamos a mirar un punto exacto.

Vamos a dar con aquellos que se tragan los sentimientos hasta que se ahogan y a pesar de ello prefieren ver como se les cierra la garganta a dejarlos salir y gritar dos simples palabras; "te quiero".
En mi corta e insuficiente experiencia en esto que llamamos vida me he encontrado situaciones ridículamente sencillas que se han ido haciendo cada vez más pesadas y más grandes hasta que han caído como lo más complejo que puedas ver.

Chico conoce a chica. A chica le gusta chico. A chico le gustan demasiadas chicas. Chica se cansa. Chico se da cuenta de que aquella chica es la que quería para él. Chica vuelve (porque siempre lo hacen). Chico tiene a Chica. Chico se cansa de Chica. Chica se queda con cero ilusión y menos una esperanza.

Podemos hacer diversas e innecesarias variaciones en esta ecuación, pero el resultado acabará siendo siempre el mismo.

Chico + Chica - Ganas de luchar por ellos = Tiempo perdido y corazones quemados.

Y es que nada es para siempre, el tiempo es tiempo y al final se agota, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y mil y un tópicos más, pero la clave está en nadar entre todo esto y llegar a una simple y llana conclusión, que es la siguiente: Las cosas van a salir bien o van a salir mal, eso vas a saberlo con el tiempo, pero si hay alguna oportunidad de que funcione por remota que sea la has perdido en el momento en el que cierras la boca y te golpeas el pecho para que tu miserable corazón deje de intentar salirsete del pecho cuando ves a esa persona. Lo has perdido todo sin ni siquiera haberlo intentado en el instante en el que la ves pasar, te sonríe y tu... tu simplemente la ves alejarse.

Cobarde.

Nadie va a garantizarte la felicidad, porque está claro que incluso aquellos que creen tenerla acaban con las manos vacías, pero si no la buscas, si no corres por delante de ella y clavas uñas y dientes a quien sea necesario para acercarte un poco... no serás nadie.

El rechazo está ahí. Tienes un no y también una oportunidad de cambiarlo por un sí.
Si sientes, demuéstralo.
No te quedes callado, porque a los que gritan en silencio nadie les escucha.
Y pierden.


jueves, 25 de septiembre de 2014

❥ A veces pasa.

Vamos a gritar un poco:
Tengo que reírme (y reírme hasta el punto en el que te falta la respiración y te duele el estómago) de aquellos que dicen que son capaces de controlar sus sentimientos.
"Yo mando, si no quiero enamorarme no me enamoro".
Permitidme un pausa para volver a reírme a gusto.
Ja, ja, ja.

Es triste pensar que tenemos algún tipo de poder o control sobre nuestros sentimientos. Es, en realidad, una de las pocas cosas que no podemos controlar a nivel personal.

No puedes elegir cuándo alguien va a gustarte, no puedes ser capaz de decidir si una persona va a girarte la vida ciento ochenta grados y va a ponerte patas arriba los esquemas que creías tener bajo control. No seas ingenuo, no vas a ser capaz de matar las mariposas en el estómago cuando decidan echar a volar dentro de tus tripas, ni reprimir la sonrisa de idiota que vas a tener pegada a la cara veinticuatro horas cada vez que pienses en esa persona, en esa persona que hace poco no era nadie, pero que ahora es más que tú y que el mundo en su conjunto. Puede que pienses que eres capaz de decidir si alguien es digno de tí o tú eres digno de el, pero déjame aclararte algo:
Pasa.
Simplemente pasa.

Pasa que no es nada hasta que se convierte en todo, pero no te das cuenta. Un día piensas que no está tan mal, que tal vez podrías... pero no, que tontería, tú estás jodidamente bien solo.  Sois amigos y ya está, es simpática y tú le caes bien. Es divertido y punto. Entonces pasa que cuando os separáis empiezas a pensar en qué estará haciendo o en por qué no estáis hablando. En que estaría bien verla para no tener que seguir imaginándote si su sonrisa será igual de increíble como tú la imaginas dentro de tu cabeza. Y pasa de nuevo que las conversaciones que antes llegaban por aburrimiento ahora lo hacen por necesidad. En qué poco tiempo te has dado cuenta de que si no hablas con ella aunque solo sea una palabra, un 'eh, que haces', un 'eres idiota' o un simple 'buenas noches' no vas a poder deshacerte del nudo que tienes en el estómago.
Y ya ha pasado.

La necesitas.
Y seguramente ella te necesita a tí también.
Porque pasa.

❥ Hablemos de miedos.

Gritemos un poco sin que nadie nos escuche:
Hoy vengo a reflexionar más para mí que para vosotros de un tema que llevo mucho tiempo luchando por dominar (estamos hablando de años) y que a día de hoy sigue corriendo más que yo.
El miedo al rechazo.

Siempre me he considerado una persona independiente, de las que no necesitan a nadie para nada y puede con todo ella sola. Que no necesita preguntar a nadie aunque esté perdida ni pedir ayuda aunque se esté ahogando. Con el tiempo me he dado cuenta de que no es ser independiente de lo que hablamos, es ser tímida. Demasiado tímida para atreverse a preguntar la hora a un desconocido o entablar conversación con alguien en la parada del autobús por miedo al rechazo.
El rechazo.

Creo que al final, cuando quitamos capas y capas y llegamos al centro de todo, al núcleo, a lo que importa... ese es el verdadero problema. Tengo pánico a ser rechazada.
Soy de esas personas que suelen pasar desapercibidas y que a pesar de ello van andando por la calle con la cabeza gacha, la música en los cascos a todo volumen y la mirada fija en los pies. Siento que cada vez que alguien se cruza conmigo sus ojos se clavan en mí y comienzan a juzgarme, que se ríen, y es gracioso... porque la realidad es que nadie se para a mirarme, sería demasiado egocéntrico pensar que tengo la capacidad de hacer que las personas se vuelvan a observarme cuando paso, aunque en este caso no sea para admirar, sino para juzgar hasta el más mínimo detalle.

El caso es que el tema es complicado y no voy a profundizar mucho más porque sé que entonces me iré al verdadero problema, con el que llevo cargando sobre los hombros desde que tengo uso de razón, y ese son los complejos.

Centrémonos esta vez únicamente en la pieza del puzle antes nombrada:
Supongo que el miedo al rechazo viene cuando una persona es tan insegura que siente que el mundo entero es capaz de pararse frente a ella para señalarla con el dedo únicamente por el placer de reirse a carcajadas. Es increíble lo difícil que puede llegar a hacersete la vida cuando eres alguien inseguro. Inseguridad a la hora de hacer amigos (porque aunque ellos quieran acercarse a tí en el fondo vas a pensar, y esto es muy triste, que solo quieren pasar el rato a tu costa), inseguridad a la hora de tomar decisiones (porque por muy pequeña que sea la duda siempre rodará y rodará por encima de tí hasta convertirse en una gran bola que no vas a poder arrastrar).

Y lleguemos a la conclusión entonces de que el miedo a ser rechazada es solo un daño colateral de sentirse demasiado insuficiente para el mundo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

❥ Nueva era.

Nunca me han gustado los cambios. Tengo que admitirlo.

Soy un animal de costumbres, y como animal bien amaestrado he acabado por amar la rutina. Dejemos a un lado la inmensa mayoría de personas que gritarán que estoy loca y respaldemonos en ese pequeño grupo incomprendido e infravalorado que suelen invertir su tiempo en gritar en silencio.
Pertenezco a ese porcentaje de seres extraños que buscan un lugar constantemente en el que sentirse respaldados, seguros, ubicados. Pertenezco a esa minoría que no siente formar parte de la sociedad que se ha construido en esto que llamamos mundo.

Volviendo al tema de los cambios, debo reiterar que no me agradan. Lo diré una y mil veces. Cuesta demasiado acostumbrarse a algo para después abandonarlo y volver a empezar de cero.
Odio los cambios, y sin embargo... aquí estoy. Comenzando un nuevo proyecto que no estoy segura que vaya a poder dominar.