- Te deseo lo mejor
-Entonces quédate conmigo

martes, 24 de mayo de 2016

❥ Positividad.



Hoy vengo a dejar un grito de positividad para la vida.

Estos últimos días he descubierto que valgo más de lo que pensaba, y es que a veces resulta que necesitas que te hundan para aprender a salir tú solo del fondo, y a veces, también, cuando peor lo ves todo es cuando más te das cuenta de que lo necesitabas. Y te sirve para abrir los ojos, para aprender a no dejarte engañar, para coger un poco más de fuerza en la vida y para valorar lo que tienes y reflexionar sobre esos temas que antes no te importaban.

Estos días me ha sorprendido ver cuánto he aprendido.

He aprendido a valorarme.
A no dejar que te dañe quien no vale la pena.
A ver que en realidad no estoy sola.
A dar las gracias porque en momentos así es cuando se ve quien de verdad te quiere.
A valorar los pequeños detalles.
A no luchar por quien no quiere luchar.
A no dejarme el corazón por quien no quiere guardarlo.
A no intentar cambiar lo que ya no tiene remedio.
A disfrutar de quien quiere que disfrute con él.
A centrarme en las cosas buenas y superar lo que ya se ha ido.
A absorver buenas energías de gente que siempre ve la vida con buenos ojos.
A conocer a personas que no esperaba encontrar, y a eso se le llama Serendipia.
A darme cuenta de que hay a quienes sí les importo.
A que valgo la pena.
A que estoy bien.

Puede que al final todo haya sido positivo, y cuando consiga el cambio que me he propuesto a mi misma pueda ser incluso más feliz de lo que era antes, porque nadie tiene poder para hacerte daño cuando te das cuenta de que en realidad no le importas.

La vida es corta, y los buenos momentos cuentan como eternidades.

Positividad.

lunes, 4 de enero de 2016

❥ Te quiero, como nunca supe querer a nadie.


Hoy vengo a darte las gracias por haber hecho que rompa la promesa de que nunca iba a enamorarme. Vengo a ponerme profunda porque sabes y sabemos que nunca me sale decirte a la cara que de verdad me has calado muy dentro del pecho.
Vengo a decirte que me he enamorado de los monstruos de tu armario, de los fantasmas de tu pasado y de todos los que siguen contigo cada vez que me miras a los ojos, de tus sonrisas tristes y del color de tus pupilas, de un azul que derrite hasta el maldito iceberg del Titánic.
Porque al final del día siempre eres tú.
Mi dragón.

martes, 5 de mayo de 2015

❥ No te cambio.



Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

...

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también 
viceversa. 

- Mario Benedetti

Nunca se me han dado bien los sentimientos. 
No soy buena dejándolos ver y no soy buena guardándolos dentro. 

Quería escribir sobre ti, sobre cómo me he acostumbrado a echarte de menos cuando no estás conmigo y cómo se ha convertido en costumbre también esperar con más ansia de la suya los fines de semana porque sé que nos toca vernos. Me he vuelto adicta a tus infinitas ganas de pelear por esto y tu forma pasivo-agresiva de quererme. A saber que vas a apostar por mí aun sabiendo que ya estoy perdida y que de entre mil pajares vas a encontrar mi aguja porque me has elegido en tu vida. A esa sensación que me recorre el cuerpo cuando me dices que te quedas, que no vas a irte a ningún lado porque estás. Y me encanta. 

A tus besos. 
Dios
Me he vuelto una jodida yonkie de tus besos.
Y es una putada,
porque nunca se me ha dado bien salir de las adicciones que acababan haciéndome daño.
Pero es que tus labios...
y ese juego que solo nosotros entendemos...

He estado repitiéndome una y otra vez que no eras para mi hasta que el no se ha quedado perdido entre las ganas de cogerte de la mano y andar hacia quién sabe dónde y el ansia de morderte la boca y que suspires hasta que tu aliento llegue al fondo de mi pecho.

No cambio por nada nuestras conversaciones de horas a las tantas y tantas tonterías sin sentido.
No cambio la forma en la que me miras y esa manera tuya en la que me tocas,
haciendo que se me olviden todos los putos complejos
y queriendo que las yemas de tus dedos me abrasen la piel hasta fundirse con mis huesos
y no sepan dónde acabas tú, dónde empiezo yo
y dónde continúan nuestros besos. 

No te cambio.

Y no cambio tampoco la forma en la que has llegado bien hondo hasta tocar rincones de mí que no sabía que estaban abiertos. No regalo ni comparto las sonrisas que me dedicas entre beso y beso y créeme, no deja de erizarme la piel esa forma tuya de acariciarme mientras nuestras lenguas juegan a ver quién llega primero a la luna.

Me he acostumbrado a mirarme en tus ojos, y si en mis ojos te miras... todo queda entre nosotros

Y es que estoy jodida.
Estoy muy jodida...
y muy radiante.
Porque me he enamorado. 
Y no;
No te cambio


jueves, 16 de abril de 2015

❥ Serendipia.



Era el mismo cuento con final alternativo;
Él la quería,
y ella se dejaba querer
y dejándose querer acabó queriéndolo como nunca antes había podido hacer.

Y es que le dijeron que el hielo se derrite, pero su alma estaba tan fría que vivía con la certeza de que ni cien mil hombres con antorchas podrían traspasarle el pecho.
Pero se le olvidó un detalle.
Y es que no necesitaba a aquellos hombres a dos llamas por mano.
Solo necesitaba uno.
Un hombre y sin antorcha.
Su hombre.
El que viniera con las manos calientes deseando rozar piel con piel y los ojos templados por el reflejo de su rostro pidiendo ser acariciado. Las ganas de romperle la boca a besos y el susurro de voces que sonaran más fuerte que los monstruos que alimentaban sus complejos.

Necesitaba amor.

Y entonces comenzó a vivir con la fe de unos dedos que fueran a la vez abismo y techo y unos labios que quisieran entrar en contacto con el frío, dispuestos a quemarla y que ya no se sintiera más vacía.
Quería que la llenaran.
Que la llenaran hasta que dejara de llorar por las noches y comenzara a sonreír en las mañanas con aquellos 'buenos días pequeña' y 'buenas noches enana' que tanto le gustaban.

Y lo hizo.

Quizá la culpa fuera de un par de locos
con una misma locura,
que queriendo jugar a ser fuertes
acabaron siendo el arma de doble filo que los hizo punto débil de un mismo destino.

Y ella salió a la calle y juró una y mil veces en mil noches distintas que él no formaba parte del plan, y jurando y susurrando a la luna ésta le contestó que la palabra más bonita que la vida le había dado era Serendipia.

"Serendipia: 
descubrimiento o hallazgo por accidente, por casualidad, inesperado y afortunado de cosas que no se están buscando  ni se preguntaba por ellas y que son la solución a otro problema que se tenía".

Y así, con la certeza de haberle sacado a la noche la respuesta que había buscado toda una vida, descubrió que había estado tropezando siempre con el mismo impulso.
Que una misma respuesta sirve para todos los problemas y que unos mismos ojos pueden enamorar hasta hacer sentir que revienta el pecho.
Que las sonrisas arreglan grietas y las caricias cierran agujeros.
Que los besos curan complejos y el fuego de sentirse querido derrite el hielo de mil glaciares y dos inviernos.
Que siempre hay un roto para un descosido aunque el descosido lo formen dos rotos con ganas de arreglarse la vida.
Que la felicidad puede ser persona y que hogar es allí donde te sientes en calma.

Y descubrió entonces que quería guardarlo como un tesoro, de esos que si los miras mucho se desgastan y tocas con miedo a que se abra, porque perderle era perder el sol, y las estrellas, y la vida, y todo lo que los tontos llamaban arte y ella había puesto el nombre de amor.
Y es que al fin y al cabo... no tenía voz para dejar de llamarlo.

"De ti también se sale, pero yo no quiero"

Porque él...
Él era su serendipia. 


miércoles, 11 de febrero de 2015

❥ Consejo de supervivencia.




Eh, déjame darte un consejo.
Un consejo de supervivencia:
No necesites a nadie.
Pero quiere.
Quiere mucho.
Quiere.
Por encima de todas tus posibilidades. 

Había una vez una niña que era muy feliz... y entonces creció.

Ella tenía como arma una enorme sonrisa que le cruzaba toda la cara, unos ojos brillantes que acostumbraban a gritarle al mundo que jamás nadie podría hacerla llorar y una mirada que dejaba claro que nunca nadie iba a ser capaz de hacerle daño.

Con el tiempo su sonrisa se hizo cada vez más débil a medida que el peso de los años y las decepciones hacía presión sobre unos hombros todavía demasiado pequeños, sus ojos acabaron por cambiar aquel brillo que levantaba ilusiones por el de las lágrimas que iban acumulándose cada noche en sus mejillas, su mirada se hizo débil y ya no era capaz de enfrentarse cara a cara con nadie por miedo a otro balazo de decepción contra el pecho. 

Le hicieron daño. 
Mucho daño. 
Y solo era una niña.

Siguió creciendo y adoptó por ley no dejar nunca que la vieran gritar, por costumbre secarse los ojos antes de cerrar la puerta de su cuarto y por norma no permitir que ningún desalmado, jamás, le volviera a romper el corazón.

Se cerró como se cierran las ventanas de una casa vieja cuando se acerca la tormenta, con tablas de madera ya podridas y clavos oxidados hundidos bien profundo. Replegándose poco a poco sobre si misma y susurrándose palabras bonitas porque creía que nadie más podría dedicárselas mientras dormía.

Juró nunca volver a confiar en nadie.
Juró no seguir teniendo miedo a equivocarse.
Juró...

Y jurando se olvidó de que a veces las promesas se rompen aunque queramos salvarlas, y salvando promesas acabaron salvándola también a ella y a esa pobre alma que ya se creía perdida.

Conoció a alguien que la hizo reír y descubrió que el valor de una carcajada era mayor de lo que hasta entonces había querido confesar, y que las lágrimas no siempre tenían que ir abrazadas al dolor como filos de cuchillas enfermizas.

Se topó con quien la antepuso a ella antes que al mundo, antes que a la vida, antes que a absolutamente todo porque todo, palabra inmensa y grande, se reducía a la satisfacción de una sonrisa de aquella muchacha que hasta entonces había pasado desapercibida.

Y es que sabía sacarle el calor de las costillas que hacía ya muchos años que habían estado congeladas. Revivió mariposas muertas y atrajo el sonido de risas que ambos encontraron escondidas entre los huecos de sus labios y los pliegues de aquellos hoyuelos que solían saludar cuando sonreía. Le enseñó que dos almas rotas pueden arreglarse con los trozos que sobran una de la otra, y que el hielo se derrite si sabes dónde poner bien el mechero. Le susurró secretos a voces gritándole a la nada que ella era lo único por lo que perdería su vida.

Y acabaron hablando de amor, pero siempre a escondidas.

Y es que quiere.
Quiere aunque no te quede nada
porque querer...
querer es lo único que al final 
va a salvarte la vida.


lunes, 1 de diciembre de 2014

❥ Grandes, gigantes, prometedores... nada.




Mira, vamos a plantearlo de esta manera; 
No eras tú, eran tus ojos café.
Eramos la noche y el día, pero qué noche la de aquél día.

Y tú solías preguntarme por qué escribía sobre ti con tanta melancolía, como si con cada palabra soltara una lágrima y detrás de cada punto se escondiera un grito. Y yo te decía que tal vez fuera verdad, porque no podía ni quería negarlo, a sabiendas de que mi insomnio y mis noches en vela tenían exactamente tu nombre y apellidos.

Era cierto, te echaba de menos como se echa de menos el calor en invierno y la lluvia en primavera, como se extraña aquel olor a chocolate que derrite paladares y el sonido de los susurros que tanto te gustaban. Te necesitaba como quien necesita la música para no volverse loco o el calor de otra persona para que le recuerde que no está solo. Te quería como aquellos que por querer quieren hasta a quienes le hacen daño, y es que incluso por buscarte te buscaba entre mis sábanas, entre los huecos de aquel sofá en el que tantas tardes de domingo habíamos pasado, te buscaba también entre las sombras que mi cuerpo dejaba detrás de mi cuando andaba pisando baldosas en calles desconocidas, gritando en silencio a alguien que te encontrara.

Eras ese instante de angustia antes de caer en picado desde la atracción mas alta del parque, la sensación de libertad al ver el mar por primera vez y el sentimiento de felicidad cuando sales y la lluvia de verano te da en la cara, pero cierto es también que nunca escribí para pedirte que volvieras, sino para poder dejarte ir y sentir que se me rompía un poco menos el pecho. Y es que qué jodidamente difícil era eso de intentar olvidarte cuando habías sido tú quien más recuerdos me había dado.

Eras el despertarse tarde los fines de semana. 
Eras mi canción favorita sonando en la radio. 
Eras un abrazo inesperado de la persona indicada. 
Eras catorce de febrero y veinticinco de diciembre.
Eras los colores del arco iris reflejados en los charcos de calles vacías.
Eras ese frío que se quita con el contacto de piel con piel.
Eras sonrisas.
Eras las notas altas de la melodía que creció conmigo. 

Y juro y sacrifico mi alma para alegar que eras el amor de mi vida en el momento y lugar menos indicado. Tal vez te conocí demasiado pronto o tal vez tú me encontraste demasiado tarde, demasiado lejos, demasiado rota... demasiado congelada. Demasiado. Y dolía... porque nos costó tanto coincidir y tú nos dejaste ir de una manera tan sencilla...

Eras primavera y sus flores.
Eras verano y el calor de sus playas.
Eras otoño y las hojas secas rozando suavemente el suelo.
Eras invierno y la nieve blanca reflejando la luz de tus ojos sobre nosotros. 
Eras...
Eras todos y absolutamente cada momento preferido de las estaciones. 
Tú eras mis estaciones. 

Soñaba contigo y con la capacidad de poder darte una cosa en la vida; Que pudieras verte a ti mismo a través de mis ojos, porque entonces te darías cuenta de lo jodidamente especial que eras, que eramos, que podríamos haber seguido siendo. Pero te fuiste, porque tenías los ojos cerrados, el alma oscura y el corazón a la deriva... sin mi.

Ya me lo dijeron; Iba a dedicar tantos insomnios a alguien que no iba a venir que cuando llegara quien de verdad iba a quedarse yo ya me habría quedado dormida. Y mientras esperaba sentada en aquella cama fría cruzada de brazos y escuchando cómo la soledad me calaba los huesos, me dediqué a leer libros de amor para fingir que aquellas historias eran mías, compartiendo palabras y discutiendo con aquellas grandes mentes del pasado.

Y es que pasó Cupido y me ofreció su arco con la esperanza de que yo, aquella solitaria y débil alma oscura, lo reemplazara. Pero ni siquiera supe tenderle la mano porque ya estaba pensando en cómo no te encontraría y en cuánto iba a doler no ser capaz de verte la cara una vez más.

Ya no recuerdo en qué desilusión me dejaste de importar, pero lo hiciste, y ambos acabamos llorando. Ya no importa porque nunca importé, eso es algo que ahora, después de noches, días y largas esperas y agujas de relojes corridas... he conseguido asumir.

Fuimos eso que no se cuenta, ni se admite... pero que tampoco nunca se olvida.


Era la historia de siempre; 
Grandes, 
gigantes, 
prometedores...
nada. 
Porque entonces él empezó a ignorarla y ella... 
ella empezó a olvidarlo.





lunes, 24 de noviembre de 2014

❥ Besos de buenas noches; Noches de buenos besos.


Hoy quiero hablar de un poco de desastre y un algo más de decadencia.

Quería dormir con él en el sentido más inocente de la palabra. De verdad que quería.

Y es que cuando no estaba a su lado todo era un constante frío y una degradante lucha por intentar soñar contando, y al final todo lo que acababa contando se convertía en;
Una oveja,
dos ovejas,
tres ovejas,
cuatro ovejas...
...y sus ojos,
su boca,
los hoyuelos de sus mejillas,
su risa en los chistes malos,
el temblor de sus manos al tocarme y aquella calidez de su dedo corazón.
Aquella mirada de 'eres un desastre pero me encantas',
aquellos labios tensos en sonrisas reprimidas,
aquella sensación de pertenecer,
de encajar,
de formar parte de alguien.

Aquella sensación de estar vivo

Quería conocerte como se conoce tu libro preferido, con cada página doblada por la punta y las palabras subrayadas, las letras ya borradas de tanto roce con los dedos y el papel apestando al perfume que solía dejar con los besos sobre todas mis partes favoritas que me llamaban a perderme entre página y página de una historia que se convertía en mía con solo cerrar los ojos.

Y al final, como más de una vez me había pasado, acabaste por ser un cuento breve que leeré una y mil veces dejando caer una lágrima por cada "fin" al buscar con los dedos otra página y ver que no queda nada. Una tragedia digna de Cupido y unas ruinas tan grandes como las de Roma, algo asi como cuando de madrugada me despertaba el vacío y buscaba entre mis sábanas tus dedos tocando solo frío y hielo que tan afilado estaba que cortaba con mirarlo.

Que no quería una eternidad contigo, porque ya le dijo el conejo a Alicia cuando ella preguntó en aquel trágico país de las Maravillas; "¿Cuanto, pequeño amigo, dura lo eterno?" y él, con aquella sonrisa maliciosa le susurró acariciando su peligroso reloj de bolsillo: "a veces, querida, tan solo un instante".

Un instante.

Y es que yo quería solo un instante contigo. Un momento tras otro. Un segundo eterno que rompiera los relojes y nos pusiera la piel de gallina. Quería sentir cómo la electricidad sale a veces de los cables y se mete en nuestros nervios cuando toco tu cara, miro tus ojos o simplemente imagino que tus labios rompen barreras para llegar hasta mi boca.

Y joder, es que tú eras mi "nada" cuando la gente me encontraba con la mirada perdida y los ojos nublados al perderme dentro de mi mente por pensarte demasiado.

Me encantaba eso de sentir que podría dibujar en tu espalda una espiral de unicornios y tú sonreirías porque la locura nos enseñó a hacerlo juntos.

Me encantaba también aquello que solías darme cuando te preguntaba "¿Besos de buenas noches?" y tú me susurrabas "Noches de buenos besos".

Y yo solo pedía que me sonrieras de aquella forma tan tuya como si al final no fueras a romperme el corazón, que me dijeras aquellas palabras que solo tú sabías susurrar de aquella manera tan nuestra hasta que doliera el pecho porque necesitaba meterme dentro y sentir corazón con corazón cómo nuestros órganos se acompasaban latiendo entre gemidos.

Y es que como siempre tú te quedaste con toda la razón y no accediste a compartir nada;
El orgullo nos iba a hacer fuertes, si... pero no felices.



sábado, 22 de noviembre de 2014

❥ Aquellos diez centímetros de silencio.


Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos.
Una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios,
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos.

Si tengo que hablar lo haré para afirmar que ojalá hubiera podido decir que ni tú no volviste a escribirme ni yo volví a echarte de menos.

Pero no pasó.

Seguiste doliendo, y joder... era el dolor más bonito que sentí dentro del pecho.

Pasé los días buscando a alguien a quien contarle mi pasado, mi presente y el más oscuro de mis futuros. A quien susurrarle mis miedos y gritarle mis sueños. Alguien a quien enseñarle todos mis puntos débiles y que aún después de eso... se quedara a mi lado.

Pero nunca apareció.

Y es que la decepción debería estar catalogada como la más peligrosa de las armas blancas, capaz de atravesar corazones e ilusiones sin el más mínimo esfuerzo que el de dejarla caer sobre nuestros hombros ya cansados.

Nunca supe si de verdad aquellas miradas eran amor, pero juro que habría vendido mi alma a Satán por tener el placer de verte los ojos una vez más y verme reflejada como lo hacía en tus pupilas. Aquellos ojos miel que me llenaban el alma de una calidez propia del mismísimo sol en verano. 

Verte era tener un grito atrapado en la garganta que no me dejaba gritar, y qué putada eso de perder los nervios y empezar a temblar cuando sentía el calor de tu cuerpo rozando mi ropa. 

No fuimos nada, pero dolías como si tus huesos estuvieran clavados en cada músculo de mi cuerpo, y es que mentalmente tú me pertenecías y yo te esperaba en aquel banco a la salida para perdernos sin que nadie supiera nunca qué podría haber sido de nosotros.

Dos desconocidos que se engancharon la ropa sin ni siquiera mirarse a la cara.

Nunca vas a quererte ni la mitad de lo que te quise, y que te quiero. Pasara el tiempo (porque siempre pasa) y encontrarás a otra que te llene los ojos y te saque sonrisas, pero sabrás también que ninguna de ellas se tirará al suelo cuando tú te caigas, ni peleará contra montañas por salvarte de las sombras de los árboles.

Y pasará el tiempo (porque siempre pasa) y tú volverás como si no hubiera pasado nada (porque siempre vuelves) pero esta vez la idiota que miraba estando ciega y sonreía aunque le doliera el pecho ya no va a estar esperándote con temblores en las manos (porque se ha cansado).




miércoles, 19 de noviembre de 2014

❥ La tragedia de Cupido.


Vamos a hablar de Cupido y su tragedia.
Contemos la historia no contada del ser alado que presumió de ser capaz de llenar de amor un corazón roto y unir los pedazos de almas ya demasiado oscuras.
A cupido, ese que se movía sin ser visto con su arco, sus flechas y una venda en los ojos para demostrar que el amor es ciego, y lo es, le tocó morir como solo Cupido podía morir.
Y murió.

Tan obsesionado con encontrar la felicidad en otros que se olvidó por completo de buscar la suya.
Tan necesitado de amor ajeno que se le pasó la vida sin llegar al propio.
Tan decidido a unir, que acabó por resquebrajarse.
Tan libre que acabó preso.
Tan grandioso que acabó siendo mundano.
Tan solo...

Y es que Cupido era como es cualquier persona, un animal que anda y anda con la cabeza gacha y la mirada al suelo buscando huellas que coincidan con las de sus zapatos sin ser las suyas, pasando el tiempo en relojes ajenos y momentos que no pertenecen a nadie, porque nadie va a recordarlos.

Cupido vagó por el mundo agitando sus alas hasta que éstas dejaron de volar, lanzando flechas hasta que nadie quedó en el mundo sin un compañero, sin una pareja, sin un medio corazón compartido.
Cupido cruzó océanos viendo sonrisas y escuchando pulsos acelerarse y latidos a punto de bailar. Viajó sintiendo temblores en manos que no eran suyas y mariposas volando en estómagos que no le pertenecían. Corrió buscando amor, y el amor resultó ser más rápido.

Y cupido, ya sin alas y con solo una flecha, llegó a un callejón oscuro en el que dos personas se miraban sin ver nada y gritaban en silencio sin que ningún sonido interrumpiera el ruido del agua chocando contra el suelo.

Cupido sacó su flecha.
Apuntó.
Y disparó.

Ocurrió que aquellas personas siguieron sin ver nada y sus gritos siguieron sin ser escuchados, porque Cupido, cansado de estar solo entre un mar de gente, lanzó la flecha contra su propio pecho.

Y entonces murió.

Porque el amor es para aquellos que no lo buscan y Cupido suplicaba por él con cada disparo, y es que lo que para aquellos fue la vida para él resultó ser la muerte.

Porque el amor es ciego, y ciego era Cupido.
Y siendo amor Cupido... no pudo enamorarse.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

❥ Hipócritas.


Intentas estar bien. Que no te afecten las cosas. Que no duela. Que dejen de llorarte los ojos, que salga la puta sonrisa que todos están esperando ver. Intentas que no te rompa. Positividad. Evasión. Te dicen que dejes de preocuparte y que mires la vida con buenos ojos, que nada es demasiado malo y que está todo en tu cabeza. Deja de ser negativa. Deja de llorar. Deja de joderte.

Hipócritas.

Me he cansado de todos esos que intentan dar consejos sin saber qué estas pasando. No saben nada y te juzgan y critican como si tuviera la más jodida mínima idea de qué es lo que te está comiendo por dentro. Te dicen que aprendas a pasar de los problemas.

¿De verdad pensáis, por un segundo, que hay gente a la que le gusta estar jodida las veinticuatro horas del día? ¿Sinceramente creéis que es agradable estar tan cansado de la vida siendo tan joven que te importe una mierda estar vivo o estar muerto? No lo es.

Uno se repite diez, veinte, treinta veces que puede cambiar. Se traga las mierdas y sale a la calle con los ojos llorosos pero la sonrisa bien clavada en la cara. Eso es lo que todos estáis esperando ver. Sonrisas, que estén o no vacías importa bien poco. No queréis ver a alguien llorar porque entonces es demasiado débil, queréis que os cuente sus problemas pero cuando lo hace os largáis porque es demasiado para vosotros. Pedís que confíe y cuando lo hace se la claváis por la espalda y no tenéis bastante hasta que no está tirado en el suelo y ha dejado de intentar levantarse. Vais vestidos de amigos cuando en realidad os importa tres cojones cómo esté de verdad, esos son los peores enemigos. Qué estáis buscando realmente es algo que jamás lograré entender, pero lo que tengo claro es que gente de esta calaña está haciendo que cada vez más personas se cierren y no dejen que nadie las toque. Porque dais asco. Estáis sucios. Sois basura.

Debería estar prohibido jugar como lo hacéis con las personas y más sabiendo que algunas de ellas tienen ya mierda suficiente como para sumergirse siete vidas seguidas.

Joder, es tan frustrante...

Vais todos de diferentes y cuando lográis ganaros la confianza que tanto estáis exigiendo o simplemente os cansáis de hacer el papel desaparecéis.

Os largáis.

Y no sois conscientes de lo que revienta por dentro que te falle una persona en la que has puesto el 150% de tus expectativas. Que te hace pensar que vale la pena y con el tiempo te das cuenta de que es todo aquello que ha estado criticando.

Una decepción.
Dos decepciones.
Tres.
Cuatro.
Veinte.
Trescientas.
Decepciones. Decepciones. Decepciones.

Mi más sincera enhorabuena.

Estáis haciendo el papel de vuestra vida y con ello os estáis llevando lo poco bueno que queda de las personas, pero seguid. Seguid en vuestro teatro y en vuestro juego de mierda, porque llegará un día en el que la gente esté tan cansada de apostar por algo que ya está perdido que deje de intentarlo, y ese día... Dios, ese día voy a disfrutar viendo como os dan lo mismo que habéis dado.

Porque creedme; Vais a estar solos.

sábado, 1 de noviembre de 2014

❥ Ella; tercera persona.



Ella; Sobre la que nadie quería escribir. 

La que estaba dispuesta a dejarlo volver para romper todas las paredes que tanto le había costado construir sin él, la que se quemaría una y mil veces más con su fuego porque juntos eran gasolina y sus cuerpos se inflamaban mientras las llamas nunca tocaban hueso.

Ella, a la que le dijeron que la vida seguiría y le mintieron, porque un día se paró su mundo y las agujas del reloj dejaron de hacerle el favor de seguir corriendo. Se congelaron, congelando también su alma en el mismo recuerdo en diferentes instantes. En el mismo pinchazo profundo en el pecho y el mismo agujero en el corazón que él le regaló aquél día bajo la lluvia.

Si la esperanza es lo último que se pierde que le cuenten cuánto tiempo llevaría estando rota, porque cuando miraba al cielo no veía más que niebla y si bajaba la vista acababa por perderse.

Ella, que no era la más hermosa ni tampoco la más lista. Que lloraba más veces de las que reía y dejaba que su sonrisa triste viajara de vista en vista sin pararse nunca en unos ojos que de verdad se detuvieran a observarla. Que sentía cada día el peso de la vida sobre los hombros, presionando hacia el infiero que cada vez más calentaba las suelas de sus zapatos.

Ella, que por las noches se abrazaba en la oscuridad por miedo a encender la luz y darse cuenta de que estaba sola, de que no había nadie allí para limpiar con los dedos la lágrima que corría por su mejilla, sin pensar que al llegar a sus labios el sabor salado le recordaría cada beso que aquél cabrón le había regalado.

Ella, a la que le fallaron más veces de las que vuelve la primavera. Que estuvo siempre pero nadie apareció cuando gritaba y se ahogaba entre el humo del tabaco que tanto odiaba. La que aprendió a sentirse poco y nada y agarrarse con uñas y dientes al placer de la melancolía, la que acariciaba por las noches la almohada esperando que una mano rozara su piel desnuda bajo las sábanas susurrándole que la quería.

Esperándolo.

Cualquiera en su sano juicio habría visto que ella, tan frágil y poca cosa... estaba dispuesta a dar hasta la última condena en el inframundo por aquel que le había roto el pecho. Bastaba con mirarla a los ojos para ver tras sus pupilas la nada en la que se había convertido todo y el eco del vacío que dejaba pasear fantasmas entre los huecos de su alma.

Ella, la que pidió ayuda mientras ardía Troya y buscó entre los restos de Roma una razón para seguir sonriendo, únicamente para ver si así alguien se acababa enamorando de un alma triste y unos ojos muertos.

Ella, la de las manos temblorosas y las ilusiones gastadas.
La que no tenía sombra.
La que confió hasta en la desconfianza.
La que dejaba entrar en su piel las balas de metal que alguien le lanzaba.
La que se habría enfrentado al diablo por salvar a quien la había mandado al infierno.

Ella, que se enganchó a los suspiros de quien nunca la miraba.

Ella, tercera persona y última opción.

Ella;


martes, 28 de octubre de 2014

❥ Una sola noche sin fantasmas en las paredes.


Hoy vengo a pedir una noche sin echarte de menos.

He llegado a la conclusión (aunque esto en el fondo yo ya lo sabía) de que es por las noches cuando más me viene tu nombre a la cabeza. Es en esas horas en las que no sabes si irte a dormir o subir el volumen de la música cuando me doy cuenta de que tu imagen me visita con más frecuencia, pero sin ti.

Quién sabe por qué, tal vez sea el hecho de que se me acaban las distracciones que intento exprimir durante todo el día para no acordarme de tus ojos mirándome desde la distancia y sin embargo tan cerca que queman, o tu sonrisa gritándome que importa, que importamos. Tal vez sea que simplemente te echo de menos a todas horas y es en la número veinticuatro cuando algo dentro se agrieta un poco más porque ha pasado otro día sin hablar contigo. Mientras está el sol en lo más alto del cielo y mientras quedan segundos en el reloj antes de que acabe el día sé que hay una oportunidad (cada vez más pequeña) de que me hables, te hable o milagrosamente nos hablemos. De que me pienses, de que resulte que no me has olvidado.

Podríamos ser tan grandes juntos...

Es esa sensación de vacío en el pecho constantemente al preguntarme si tú también estarás sintiendo toda esta mierda dentro del pecho, porque he intentado matar las mariposas y se han convertido en cuervos, que vuelan y se chocan contra mis costillas cuando intento que salgas de mi cabeza.
Y lo peor de todo es que ni siquiera sé si merece la pena arriesgar y dejar que el sueño me abandone por las noches, no se si esto es real o la imaginación me está jugando una mala pasada, porque cierro los ojos y veo como me sonríes, y no se si son sombras o de verdad estás ahí.

Tal vez sea que simplemente ambos estamos ya demasiado hechos polvo y el miedo nos frena. Tal vez estemos demasiado asustados porque ni tú ni yo estamos acostumbrados a esto de sentir que caemos en picado cuando se cruzan nuestras miradas. No sé, puedes llamarme loca, pero tal vez solo necesitemos tocarnos una vez para darnos cuenta de que es contigo con quien quiero despertarme y es conmigo con quien quieres perderte.

Y es que es por las noches cuando veo tus fantasmas en las paredes, susurrándome que espere un día más y pidiéndome que nos acerquemos poco a poco hasta que no quede espacio para el aire entre nosotros. Que desaparezca el tiempo y se pare el mundo.

Y es que podríamos ser tan inmensamente enormes juntos...

Que dueles.


jueves, 23 de octubre de 2014

❥ Si pudiera soñar...


Creo que estamos demasiado acostumbrados a despreciar las pequeñas cosas que nos hacen grandes. Solemos pasar por alto los detalles creyendo que no valen nada, pero se nos pasa recordar que los grandes edificios no se construyen solos y que Troya no se tomó en un día.

Me gusta dormir. Qué simple suena ¿verdad?
Tan fácil como cerrar los ojos y acompasar la respiración entre silencio y oscuridad.
Tan básico como recargar energía y relajar el cuerpo, dejar sueltos los músculos.

Me gusta meterme en la cama y sentir como el frío de los huesos desaparece poco a poco y el calor de mi cuerpo (o del tuyo, cuando hay suerte) me calienta hasta lo más profundo del alma. Me hace sentir bien la sensación de seguridad que da estar envuelto entre sábanas suaves y pensamientos acolchados.

Oh, pero sin duda lo que mas me gusta de dormir es poder soñar, porque cuando sueñas dejas a un lado lo real y te conviertes en el dueño de tus propias ilusiones.
Tan increíble como borrar el dolor y las malas experiencias y construir otras desde los cimientos. Ser capaz de imaginar una realidad paralela en la que eres y sientes lo que tú quieres ser y sentir.
Nadie puede tocarte, nadie puede alcanzarte.
Nadie puede hacerte daño.

Si pudiera elegir me quedaría dentro de los sueños. Esos en los que no puedes correr demasiado rápido, el cielo no es azul y la hierba no es verde porque simplemente no hay colores. Todo es ambiguo, tan ambiguo como los sentimientos. No se siente demasiado dolor y tampoco se ama intensamente hasta sentir que tu pecho explota en mil pedazos.
Se agradece.

Si pudiera elegir querría ser la persona que logro ser en mis sueños. Alegre, risueña, dispuesta a correr caminos sin saber donde van a acabar. Dispuesta a tirarme por acantilados sin ver el océano al final de la caída porque sé que haré que el golpe sea indoloro.

Si pudiera elegir... elegiría una realidad alternativa en la que solo estuviéramos tu y yo, sin necesidad de palabras ni de gestos malintencionados. Sin agujas en los relojes y sonrisas tímidas. Sin tener la lluvia el poder de mojarnos ni el sol la capacidad de quemarnos. Sin todo aquello que nos aleja y que nos hace seguir siendo dos desconocidos.

Si pudiera...

Si pudiera elegiría vivir soñando.

Pero siempre contigo.


martes, 14 de octubre de 2014

❥ Por aquellas historias inventadas.


Que poco me interesa ya leer historias de esas que acaban con finales felices y corazones completos.

Que gran engaño ese de las perdices y que desteñido está ya nuestro principie azul, que de tanto meterse en aguas turbias se le ha ensuciado el traje y a saber donde se dejó el caballo.

No, eso no son historias.

Yo quiero contar historias sobre cómo nos quisimos de la manera menos romántica y más salvaje y nuestra que encontramos, sobre cómo se nos perdían las palabras de aquel cuento entre las sonrisas que nos regalábamos.

Quiero poder decir que mi héroe no tenía capa sino unas ganas tremendas de arreglar ilusiones rotas y una atracción peligrosa por las causas perdidas como era yo.

Voy a poner dos puntos más a aquel final y a construir una historia nueva para nosotros.

Vamos a dejarnos las flores y a regalarnos ganas de arriesgar.

¿Quién me va a llevar a mi al jodido país de las maravillas a perseguir conejos con relojes de bolsillo y gatos con sonrisas brillantes de medias lunas?


lunes, 13 de octubre de 2014

❥ A veces el frío es lo que más quema.


Me dijeron que era demasiado rara para este mundo de patrones cortados siempre por las mismas tijeras, ya demasiado oxidadas, que dejan los rastros de errores que una y otra vez marcan la tela a la que llamamos personas.

Me dijeron que no era suficiente para una sociedad en la que menos es más y no serás nadie si no vistes, hablas, piensas y actúas como tu vecino, el de al lado, y el de más allá.

Me dijeron que la belleza era subjetiva y después marcaron un canon para mentes cerradas y ojos nublados de esos que solo ven líneas continuas en papeles ya muy pintados. Gritaban que ser perfecto era imposible y sin embargo ahí estaban todos, poniendo más allí y quitando más de aquí para rozar aquello que era lo que ellos creían correcto.

Me llamaron antisocial y lo que ellos nombraron como insulto no era más que toda una virtud, y no era tampoco esa la definición, sino selectiva. Ser selectiva significa que mientras todos llegaban con brazos abiertos, sonrisas falsas e hipocresía quemándoles las tripas yo, con mis brazos cerrados y mis labios apretados veía, juzgaba y elegía quién merecía ser llamado amigo y quién iba a fallarme antes de abrir la boca, y es que para ellos la felicidad consiste en llenar páginas de facebook con listas de amigos, mientras que para mí es ser capaz de estirar los dedos de una mano con nombres que sé que van a estar ahí mañana, y que además lo harán porque de verdad quieren hacerlo.

¿Esto es bueno? Para mí es lo más grande, porque significa que me cuesta hacer amigos, pero cuando los hago... son de verdad. Que me cuesta querer, pero cuando lo hago... Dios, cuando lo hago lo hago hasta reventar. Que si tengo que arriesgar soy la que más arriesgo, que si tengo que pelear soy la que más peleo, y lo doy todo y más por esa persona. Porque cuando alguien me gana me gana en todos los sentidos y aspectos posibles, se gana mi alma y se gana mi pecho. Me gana completamente, y entonces me tiene, incondicional e irrevocablemente suya.  

Ellos se empeñaron en juzgar sin haber conocido primero, en abrir la boca sin haber abierto primero la mente y en disparar sin ni siquiera haber mirado cual era el objetivo. Creían saberlo todo y no sabían de nada, y es que las palabras se quedan solo en palabras si llegan a los oídos vacías.

Hoy puedo decir que soy quien soy porque así me han hecho. Soy esto.

Se ha convertido en costumbre escuchar que soy demasiado fría, pero es que a veces las personas frías son las que más queman, y cuando queman... lo hacen hasta el hueso. 

Solo necesitan a alguien dispuesto a prestar un poco de fuego.